Toros

¡Olé por el cante grande!

  • El diestro Enrique Ponce salió ayer a hombros de La Malagueta después de una actuación que levantó la ovación del respetable y que será, salvo milagros, lo mejor que se va a vivir en esta Feria de agosto

¡Olé por el cante bueno! ¡Olé por el cante grande! Enrique Ponce estuvo ayer por la tarde en La Malagueta como solamente una figura del toreo histórica puede estar, frente al manso que abrió plaza y luego con el jabonero que exhibió de principio la virtud de arrancase de largo al caballo, pero que luego blandeó. El maestro se hizo ovacionar con el capote, tanto en las verónicas de recibo como en un quite muy ajustado por delantales. La faena comenzó con ayudados por bajo a los que cabe calificar como sensacionales.

El toro no metía mal la cara pero, manso de condición, quería irse del engaño y Ponce lo sujetó dejándole la muleta en la cara. Dos series con la derecha tuvieron como remate un pase de pecho eterno. Y sobre la izquierda mejoró lo que parecía imposible de mejorar. El toro se rajó y buscó las tablas y allí surgió el adorno de un circular con las piernas genuflexas. Gran faena por encima de la condición del toro. El cuarto, un jabonero justo de trapío, fue recibido por Ponce por verónicas con la rodilla en tierra. El toro no metió mal la cara pero blandeaba y no trasmitía y lo que le faltó a la res, lo puso el maestro. A falta de la emoción del toro que trasmite, la emoción del arte sin mácula, emocionante, magistral. Series limpias sobre las dos manos. Cante grande al natural y por redondos y adornos de la mejor ley. Se ayudó por bajo Enrique Ponce, con trazo inmaculado y dictó dos circulares con las rodillas genuflexas que pusieron la plaza en pie. Gritos de torero, torero, torero. Olé por el cante grande. Olé por el cante bueno.

Salvador Vega fue aplaudido en los lances de recibo en los que el toro repitió. En la muleta metió bien la cara y el malagueño lo llevó con limpieza con el engaño a media altura. Un redondo ligado con el de pecho tuvo un estupendo trazo, pero los naturales que le siguieron tuvieron ya menos entidad con el toro más parado. El quinto, un animal muy terciado, dicho quedó, no debió ser aceptado nunca por una presidencia cuya labor deja mucho que desear, se fue suelto de los engaños. Topó con la cara por arriba y buscó las tablas. La faena quedó reducida a intentos infructuosos.

José María Manzanares tuvo un mal lote. Su primer toro, de bonitas hechuras, espectacular, de pelo melocotón, era un dije con el trapío justo. En el recibo perdió las manos y con el caballo midieron sus fuerzas justas. En la muleta no metió mal la cara, pero su embestida era mortecina y su viaje no llegaba hasta el final natural de la suerte. Pese a la embestida pajuna, Manzanares cuajó algunos muletazos de buena factura. El sexto, justito de trapío, que de salida trotó como un cochino, huyó de las plazas montadas. Juan José Trujillo tuvo una magnífica actuación lidiando a esta res. El toro embistió a la muleta sin clase, se quedó muy corto y se defendió. Manzanares trató de meterlo en el engaño, pero a la faena le faltó, lógicamente, brillo y continuidad. La actuación de Ponce ha sido la protagonista de la décima del abono y hará historia en nuestra plaza.

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