Toros en Sevilla

  • La reducción del aforo y las restricciones por la pandemia marcaron el regreso a los tendidos de la afición

Disfrute al 60%

Las gafas de sol y las mascarillas fueron accesorios imprescindibles para disfrutar del festejo de ayer. Las gafas de sol y las mascarillas fueron accesorios imprescindibles para disfrutar del festejo de ayer.

Las gafas de sol y las mascarillas fueron accesorios imprescindibles para disfrutar del festejo de ayer. / Juan Carlos Muñoz

La de hoy ha sido, casi con toda seguridad, la primera tarde de toros de la historia de la Real Maestranza de Caballería en la que estaba prohibido fumar. Ni los aficionados más veteranos pueden recordar un panorama así. Ni puros, ni bebidas alcohólicas, ni comida. Sólo botellas de agua. Y quien no tuviera una en la mano, mascarilla puesta. Estas medidas convirtieron al personal de seguridad de la plaza en maestros de Primaria que riñen a espectadores traviesos. Y a los que no les quedó más remedio que expulsar a algunos aficionados de los tendidos por su desobediencia. El disfrute fue al 60%. Como el aforo permitido.

Fue una tarde toros espléndida. El Paseo de Cristóbal Colón lucía como antes de la pandemia: bullas para cruzar los pasos de cebra, vendedores ambulantes, policías locales organizando el tráfico. Una carpa de Vox junto a la estatua ecuestre de María de las Mercedes de Borbón resaltaba entre el paisaje. Además, repartían abanicos de papel para mitigar el calor. En ellos aparecía una foto de Enrique Ponce, una de las más notables ausencias de esta esperada Feria de San Miguel. Ya dentro, dispensadores de geles hidroalcohólicos y flechas en el suelo recordaban que la pandemia ni mucho menos ha acabado. Y que hay que seguir lidiando con ella. En los tendidos, un 40% de localidades libres. Algo imperceptible para quien debutara en el coso de El Arenal, pues la estampa era de un lleno con comodidad.

Había el sitio suficiente para aplaudir con fuerza la salida de los alguaciles, de las cuadrillas, la interpretación del himno nacional y el comienzo del festejo. También hubo sitio para sonrojantes vivas durante el minuto de silencio por las víctimas del coronavirus. Un síntoma del triunfalismo con el que los aficionados acudieron a la plaza. En ella se estrenó, o más bien se recuperó, la figura de un torilero vestido de corto. Un detalle como el del solo de trompeta al salir el primer astado o como el aviso por megafonía de que la plaza se desalojaría por partes cuando terminara la corrida: primeros las filas de abajo y luego las de arriba. Algunos de la parte alta se marcharon mientras Pablo Aguado descabellaba cojeando la última res.

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