Visto y Oído

Antonio Sempere

Columnistas

Aestas alturas de mi vida quisiera confesar una de mis frustraciones profesionales: no haber logrado firmar nunca la columna de Televisión de El País. A pesar de haber publicado Cartas al Director desde los 15 años. Lo peor, con todo, y de ahí viene hacer pública esta confesión, es que sí tuve la intuición, puede que mucho antes de lo supiesen los propios interesados, de que tanto David Trueba como Sergio del Molino, firmar esa columna de salida de la penúltima página sería para ellos cuando gustasen.

El caso de David fue especialmente chocante. Yo nunca he pedido nada. Pero aquel diciembre me atreví a escribir a Juan Cruz postulándome para el cargo. Al tiempo que enviaba mi correo electrónico, las rotativas imprimían la primera de las columnas de Trueba en la penúltima página. Aquel 2 de enero sentí un ridículo infinito. Por más que Cruz me contestase con la amabilidad acostumbrada: "David lo hará muy bien".

Con Sergio del Molino ya no erré ni pasé el sofoco del correo. Esperé a que llegase el día, y llegó. Antes de que él naciera, en abril de 1973, el primer Informe semanal (Semanal informativo) estuvo dedicado a la despoblación rural en nuestro país. Pero cuando leí La España vacía, y sobre todo cuando vi a Sergio del Molino en Tabú, sentado a la mesa del profesor Antonio Aramayona unos días antes de quitarse la vida, supe que le leería muy pronto en El País.

¿Por qué les cuento esto ahora? Porque el domingo anterior a las elecciones vi a Sergio del Molino en la tertulia de Versión española. Un veterano y curtido programa cuyo equipo me aprecia mucho, del que no me he perdido ni una entrega y también al que no he sido invitado en estos veinte años y medio de emisiones.

Tampoco al ágape que ofrecen los Reyes en el Palacio Real tras el Premio Cervantes, que Sergio del Molino, cual Zelig ubicuo no se perdió.

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