Sociedad

Un mes del 8M: el fatídico domingo en el que se desató el coronavirus

  • La alarma se disparó tras el Día de la Mujer y Sánchez la decretó en una semana

  • El Gobierno hizo oídos sordos a las alertas desde Europa y al carrusel de cancelaciones de eventos  

Solo ha pasado un mes, pero parece una eternidad, el pasado 8 de marzo el ágora mantenía arduos debates sobre la suspensión de las Fallas y hasta las procesiones de Semana Santa, unas posibilidades que sonaban hasta descabelladas en una jornada que tampoco se privó de la celebración por todo lo alto del Día Internacional de la Mujer en España a pesar de la paulatina propagación del coronavirus.

Y eso que ya teníamos al monstruo enseñoreándose de nuestros vecinos italianos. El Gobierno del país transalpino prohibía hace un mes las entradas y salidas de la región septentrional de Lombardía y a otras 14 provincias cercanas hasta el 3 de abril para limitar la propagación de una pandemia que por entonces ya había causado 233 muertos y 5.061 infectados en todo el país.

Al tiempo, el Ministerio de Sanidad -en manos de un dirigente del PSC desconocido para el gran público, Salvador Illa, que tenía cierta popularidad a cuento de sentarse en la mesa de diálogo entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la Generalitat- publicaba los datos de personas contagiadas a través de su cuenta de Twitter ese fin de semana: el 7 de marzo, sábado, había un total de 430 casos confirmados de coronavirus en España, que se elevaron a 589 justo ese domingo, y en la casilla de fallecidos brillaba un orondo cero... la vida seguía igual... a una semana de la declaración del estado de alarma.

Fuera alarmismos

No había motivos para la alarma y las autoridades sanitarias lo certificaban. "Si mi hijo me pregunta si puede ir, le diré que haga lo que quiera", comentaba la víspera de las grandes concentraciones feministas Fernando Simón.

El director del Centro de Coordinación y Alertas Sanitarias de Sanidad afirmaba que los 430 casos confirmados aquel 7 de marzo estaban "casi todos asociados a grupos bien identificados que se han producido a partir de casos conocidos, con lo cual no han aumentado sino que incluso se han reducido algunas de las zonas con las que teníamos dudas sobre el origen y una posible transmisión comunitaria asociada a esos posibles casos".

Ni la mente más pesimista podía imaginarse lo que se nos venía encima. Especular sobre la declaración del estado de alarma, el confinamiento de la población en sus hogares, el cierre de casi todos los comercios y de las oficinas, el teletrabajo, los miles de parados en ciernes, la hibernación de la economía y la parálisis del país en definitiva parecían novelerías propias del visionario George Orwell.

"Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controlará el futuro». Esta famosa frase, expresada en su mítica novela 1984, cobra vigencia a la vista de un Gobierno que permitió que el coronavirus se nos haya subido a las barbas como a los que más: el Covid-19 ha infectado hasta este 8 de abril a más de 1,4 millones de personas en todo el mundo, la mayoría en Estados Unidos, y España es el segundo país con más contagiados.

Ya se empezaba a hablar de cerrar Madrid. La comunidad vivió entre el domingo 8 de marzo y el lunes 9 de marzo una explosión de nuevos casos de contagio, que se redoblaron, un 50%, hasta los 2.000. Simón había elevado aquel sábado el riesgo de contagio de "bajo" a "moderado" y "alto" en determinadas zonas de España, como la localidad riojana de Haro, otro de los grandes focos primigenios amén de la capital de España. 

Críticas de la oposición

Algo no se ha hecho bien y son muchos los que ahora lamentan que el Gobierno permitiera las multitudinarias concentraciones del 8 de marzo, con la vicepresidenta Carmen Calvo y la ministra de Igualdad, Irene Montero, a la cabeza y ambas entre los 146.000 afectados por la pandemia en España un mes después. 

Los socios del Gobierno de coalición, el PSOE y Unidas Podemos, criticaron al PP por no acudir a la manifestación. No por precaución sanitaria, sino por motivos más prosaicos, al considerar que el manifiesto de la marcha estaba “politizado” y monopolizado por “la extrema izquierda”. Ciudadanos optó por ir pero enarbolando su propia bandera: la del “feminismo liberal”. Vox también se descolgó, pero contraprogramó un acto en la plaza de toros de Vista Alegre que congregó a  9.000 almas...

Nadie, ni el Gobierno ni la oposición, nadie vio que el monstruo se nos echaba  encima.

Oídos sordos

Y eso que en febrero se habían suspendido grandes citas internacionales como el Mobile World Congress, el evento más importante de telefonía móvil del mundo; la Feria Wire de Dusseldorf, a líder a nivel mundial de la industria del cable y el alambre; el ITB de Berlín, la mayor feria turística del planeta, el carnaval de Venecia...

Lo cierto es que las marchas del 8-M se celebraron haciendo oídos sordos a alertas de envergadura. Como la del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC), que llamaba a “evitar actos multitudinarios innecesarios” y a promover entre la población “medidas de distanciamiento social” en un informe fechado el 3 de marzo.

El  caso es que algo se  movía entre los bastidores del poder. Un día antes, el 2 de marzo, la Agencia Española del Medicamento enviaba una carta a los distribuidores farmacéuticos para restringir la comercialización de mascarillas y bloquear su reparto entre la red de farmacias de nuestro país para asegurar el suministro de mascarillas a los hospitales y centros de salud en un momento en el que los ingresos por la pandemia se empezaban a multiplicar.

Una semana después se celebraban las multitudinarias manifestaciones del Día Internacional de la Mujer, que no parecen ajenas en absoluto a la expansión de la pandemia. Otro dato: también se sumaron a ellas la esposa y la suegra del presidente del Gobierno, igualmente contagiadas, como Calvo y Montero, además de la titular de Política Territorial, Carolina Darias, que marchó codo con codo con ellas...

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar... El Gobierno de Sánchez dejó las suyas al sol y el virus se nos ha subido a todos las barbas, por muy depilada que tengan la conciencia en Moncloa.