Sociedad

La Fiscalía pide cinco años de cárcel para los autores de un ataque homófobo en el metro de Barcelona

  • La víctima de la agresión asegura que aún sufre ansiedad cuando viaja en transporte público

Manifestación en Madrid contra las agresiones al colectivo LGTBI.

Manifestación en Madrid contra las agresiones al colectivo LGTBI. / Ricardo Rubio (EP)

Diego, la víctima de la agresión homófoba ocurrida en enero de 2019 en el metro de Barcelona, ha relatado ante la juez que se sintió "acorralado" por el grupo de acusados, sin defensa posible, y que aún sufre ansiedad cuando viaja en transporte público: "si voy con un chico evito las muestras de afecto".

En el juzgado de lo penal número 20 de Barcelona ha quedado visto para sentencia el primer ataque homófobo en el transporte público que llega a juicio en Cataluña, un caso por el que la Fiscalía pide cinco años de cárcel para dos de los presuntos agresores, a los que se suma un tercero, menor cuando sucedieron los hechos, que ya fue condenado a 22 meses de libertad vigilada.

En el banquillo se sentaba otro miembro del grupo al que se imputaba no haber impedido el ataque, aunque las acusaciones le han acabado retirando los cargos, al concluir que sólo presenció los hechos sin participar en ellos.

Según mantiene la Fiscalía, que acusa por un delito de lesiones con la agravante de discriminación por orientación sexual, los procesados abordaron a la víctima, con la intención de ridiculizarle, cuando ésta se subió al metro en la estación de Rocafort con una camiseta que llevaba estampada el dibujo de un oso y la leyenda "Guapo, aliméntame".

Al evocarles el diseño de la camiseta una "estética que asociaron al colectivo homosexual", los procesados se pusieron de pie y se acercaron al asiento donde estaba sentado Diego, quien se vio obligado a cambiarse de lugar al sentirse "inquieto" por su seguridad, añade el Ministerio Público.

"No eres un hombre, eres maricón", espetó el menor de edad a la víctima, mientras el resto de los acusados "jaleaban" los insultos con risas, por lo que Diego optó por levantarse y avisar de la situación a seguridad a través del interfono del vagón.

Diego se bajó del metro en la estación de Urquinaona pensado que "todo había pasado", cuando de improviso sintió pasos a toda velocidad a sus espaldas y cayó al suelo: "había varias personas agrediéndome, tenía la sensación de estar rodeado, acorralado".

Al percatarse de que no tenía margen de defensa, ha añadido, permaneció "enrocado" para protegerse de los golpes hasta que los acusados cesaron el ataque porque irrumpieron tres vigilantes de seguridad, que los retuvieron mientras avisaban a la Policía.

Además de las lesiones físicas derivadas de la paliza -un hematoma en el ojo y una herida que requirió sutura-, Diego ha detallado los daños "anímicos" que le provocó el ataque, que le obligaron a seguir tratamiento psicológico.

Todavía hoy, más de tres años después -ha confesado Diego en una declaración tras una mampara para evitar la confrontación visual con los acusados- sigue arrastrando "episodios de ansiedad en el transporte público" y tendencia a "mirar mucho hacia atrás" para asegurarse de lo que sucede a sus espaldas.

"Me tuve que ir de Barcelona para vivir más tranquilo", ha relatado la víctima que, reconoce, ahora cuando va por la calle con un chico prefiere no cogerle de la mano e intenta evitar las "muestras de afecto en público".

Los acusados, que sólo han respondido a las preguntas de su abogado, han negado que sientan animadversión por los homosexuales y, escudándose en la desmemoria, se han desmarcado de la agresión a Diego, pese a que la grabación de las cámaras de videovigilancia del metro los muestran bajarse del vagón y perseguirle hasta abalanzarse sobre él para golpearle.

Uno de los acusados ha añadido que el menor ya condenado fue el único que participó en la agresión y que el incidente consistió en una pelea en la que Diego también golpeaba, al tiempo que ha tratado de justificar la paliza: "iban borrachos y entendió mal un gesto que le hicieron mis amigos, ahí empezó todo".

Pese a que en su día admitió la agresión para propiciar una sentencia de conformidad, el menor condenado por el ataque homófobo ha aducido también que no recuerda la pelea -"sólo me acuerdo de que los vigilantes me pidieron el DNI y me desperté en un calabozo"- y ha evitado incriminar al resto de acusados, pese a reconocer que "faltó al respeto" a la víctima y le dijo "cosas que no debía".

Este ataque hómofobo en el metro dio pie a aprobación de un protocolo en Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) que prevé formación específica para el personal y una mejor iluminación en las instalaciones, de forma que se eviten los "rincones oscuros".

Así lo ha destacado Marc Serra, concejal de Derechos de Ciudadanía del Ayuntamiento de Barcelona -acusación popular en el caso-, quien en declaraciones a los medios ha advertido del "enquistamiento" del número de agresiones por parte de sectores de la sociedad que no toleran la diversidad sexual o de género.

El año pasado los casos de LGTBIfobia se duplicaron hasta igualarse con los de racismo y xenofobia: la Oficina por la no Discriminación del Ayuntamiento contabilizó 78 casos de LGTBIfobia -84 de racismo y xenofobia-, más de la mitad de ellos consistentes en insultos y tratos humillantes y vejatorios, mientras que las agresiones físicas suponen el 17% y las situaciones de discriminación un 10%.

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