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Una guerra de 20 años que se gestó en el Sánchez-Pizjuán

  • El desencuentro irreconciliable de dos técnicos que se verán las caras pero no se saludarán el sábado en Gijón forma parte de la historia del fútbol español. Clemente-Míchel; vuelve el morbo.

El fútbol -y la vida- está lleno de historias como ésta, pero no todas se saben y, por supuesto, no todas toman una dimensión tan pública. La enemistad reconocida que mantienen y alimentan Míchel y Clemente, Clemente y Míchel, desde el adiós del actual entrenador del Sevilla a la selección nacional ocupa 20 años que forman parte de la historia del fútbol en nuestro país. Una guerra en la que tomaron parte importantes grupos mediáticos y que condicionó el fútbol de la selección durante más de un lustro, con todas sus noches radiofónicas añadiendo capítulos y capítulos a un desencuentro, por no decir un odio, ya irreconciliable.

Pero lo curioso es que la polémica, eterna polémica, entre Míchel y Clemente, entrenador del próximo rival del Sevilla, el Sporting, tiene su génesis en el Sánchez-Pizjuán, el escenario en el que ahora busca sus éxitos el entrenador madrileño. El 18 de noviembre de 1992, hace casi 20 años, España litigaba en Nervión ante Irlanda por la clasificación para el Mundial de EEUU 94. Aquel choque, que acabó con 0-0, significó el frenazo a la carrera internacional de Míchel con su entorchado número 66. Clemente señaló al fino extremo y no lo llamó nunca más a una convocatoria, haciendo luego lo propio con otras figuras de la Quinta del Buitre como el propio Butragueño y Martín Vázquez. España logró el pase gracias a una heroica victoria en Dublín y a un cabezazo de Hierro a Dinamarca también en Nervión. Clemente ya le había dado los galones a dos de sus futbolistas fetiche, Julio Salinas y Luis Enrique. "Yo opté por Luis Enrique porque cuando llevé a Míchel vi que no daba más de sí", o "Míchel era un jugador muy cómodo que sólo jugaba en casa. Cuando había que rascar fuera se escondía", fueron algunas de las frases cargadas de veneno que el vasco dedidó a su ex pupilo.

La mecha estaba bien prendida y el siguiente paso fue que Míchel acudió al Mundial como comentarista de TVE, lo que revolvió las tripas a Clemente, quien dijo públicamente que no le agradaba su presencia allí, pues podría "descentrar a los jugadores", declaraciones que provocaron varios roces y que se abriera definitivamente la puerta de una espiral de desencuentros, envidias y adhesiones que desencadenó en una larguísima guerra mediática que puede decirse que llega hasta nuestros días.

De hecho, aunque en 2010 ya se enfrentaron en su primer duelo en el banquillo, cuando Clemente cogió al Valladolid y Míchel dirigía al Getafe, el último ataque del de Baracaldo tiene vigencia de hace apenas dos semanas, cuando pronunció su primera rueda en Gijón. Bien es cierto que lo que hizo fue repetir unas declaraciones de hace dos años intercalándolas con calzador en una reflexión sobre la famosa polémica entre Mourinho y Preciado, cuando el portugués se quejó de que éste reservaba a sus titulares ante el Barça. "No creo que Mourinho hubiera dicho eso estando yo en el banquillo. Si lo dice de mí, igual respondo que quién es Mourinho. Siempre hablo bien de los entrenadores y equipos contrarios. Incluso con Míchel, con el que tengo una malísima relación. Escribió barbaridades de mí por quitarle de la selección para poner a Luis Enrique. Y no me lo perdonó. Me llamó ladrón. Pero yo no le critico. No lo saludaré cuando me enfrente a él porque sería una falsedad".

Tampoco lo hizo, claro está, el 30 de abril de 2010 en ese Valladolid-Getafe que acabó con 0-0. El día antes, Clemente decía, más o menos, lo mismo que en Gijón hace poco, refiriéndose a un artículo de Míchel en Marca en 2004 cuando Clemente cogió las riendas del Tenerife. El hoy técnico del Sevilla ponía en duda sus métodos y recordaba con sorna su afición al golf. Su enemigo no lo olvidó: "Mi relación con él es nefasta. Inexistente. No le saludaré. Me insultó y yo soy una persona muy sensible. Le estoy agradecido como jugador internacional porque se esforzó. Luego se hizo comentarista y periodista. O le engañaron o se equivocó o tuvo un mal día. Y me insultó sin venir a cuento. No quiero tener ninguna relación porque no tengo esa facilidad personal para estar con alguien que me insulta. Él tiene su vida y yo la mía. No hay ningún problema en que no nos saludemos". Ese mismo día, Míchel, como técnico del Getafe, sacudía a su enemigo desde la elegancia y apelaba a lo mismo que hoy, al vestuario. "Quiero estar al margen de eso. Los protagonistas son los jugadores. Es un buen entrenador y no hay más que fijarse en su currículum. Tiene dos Ligas y ha sido seleccionador, algo que no he logrado yo. Lógicamente, hay que mirar a este tipo de entrenadores. Personalmente, es lo que pienso". Ninguno de los dos, pues, cambió su discurso.

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