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Seminaristas contra corsarios

  • La candidez, que en el fútbol es defecto y no virtud, lastró la construcción y la resolución de cada ataque de los sevillistas, que sólo pusieron carácter... cuando el árbitro pitó el final del encuentro

Pasó lo que cualquier aficionado sevillista se temía que podía pasar. Que el Sporting sacara la guadaña y jugara al límite del reglamento; que el árbitro lo permitiera, por mucho que sacara pronto esa engañosa amarilla a Trejo; que se echara de menos a Medel por delante de la defensa; que Rakitic se dedicara a perseguir sombras; que Reyes siguiera con esa fría actitud y su tendencia a la dispersión; y que Manu del Moral volviera a evidenciar que no es jugador para recibir de espaldas y aguantar los golpes de los centrales. La confluencia de todo desembocó en la derrota.

Defensa

La gran novedad atrás fue Cala, ubicado como central diestro debido a que Fazio fue el elegido para suplir a Medel en el medio. Y Cala jamás entró en el partido. Pronto se le quedó corto un pase raso y horizontal al otro central, Escudé, que cortó Barral. Originó un fuego que no fue a más porque el internacional francés reaccionó. Cala no se sobrepuso a ese susto y perdió el sitio, como en la jugada que originó el gol. se abrió a la banda, André Castro se le coló a su espalda y, eso sí, soltó un sorprendente y difícil zurdazo cruzado que fue tomando el efecto hacia dentro y se coló junto al palo izquierdo de Palop. Necesitó poco el Sporting para ponerse por delante, y con ello, para llevar el partido definitivamente al escenario que Clemente había soñado: 1-0 y a replegarse.

El resto del peligro llegó en las inevitables contras, contadas, que construyó el Sporting cuando el Sevilla se volcó. Mendy salió de la banda derecha del ataque y se desplazó a la izquierda, para tratar de aprovechar las subidas de Coke. En un par de carreras se plantó hasta el vértice del área pequeña, casi, pero Palop es Palop de nuevo.

Ataque

Empezó el partido con el Sporting dándole el balón al Sevilla, pero ocurrió lo que tantas veces le sucede a este Sevilla blandito y feble en el medio -sin Medel, más-, que la propia inercia del juego acaba dándole el balón al contrincante a poco que apriete la salida del balón. Cala empezó a lanzar pelotazos destemplados para salvar la línea de presión de los sportinguistas, pero Manu no es Kanoute a la hora de ganar los balones largos, Reyes tampoco es un jabato para pelear los rechaces de esos balones largos y abrir a una banda y otra... y las acometidas sevillistas fueron discontinuas.

Clemente ordenó a los laterales que no concedieran medio metro a los extremos aunque éstos salieran de la banda hacia zonas interiores. Allá que los perseguían sin remilgos. En el medio, Gálvez y André Castro percibieron pronto que las entradas tobilleras no acarreaban amonestación y se hicieron los dueños del partido. Rakitic empezó a sentirse muy incómodo, Reyes hizo poco por sacudirse las marcas y buscarse los espacios y Manu se ofuscó con las tarascadas de Gregory.

Míchel confió el timón a Campaña durante la última media hora, pero el chaval no elevó el ritmo ni cruzó la línea de presión. Tampoco Trochowski. ¿Babá? es un jugador para acabar lo que le llegue, y si no le llega...

Con todo, el Sevilla tuvo media docena de ocasiones, un par de ellas claras (Reyes y Rakitic) ante un rival limito. Pero la misma candidez que el Sevilla mostró en la sala de máquinas, evidenció en la suerte suprema del remate a gol.

Virtudes

El momento de Jesús Navas.

Talón de aquiles

Una candidez desesperante... hasta que acabó el partido, en que afloró la garra. A buenas horas...

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