Desde mi esquina

Los tiempos cambian

He de manifestar que nunca me ha gustado la aseveración que proclama que cualquier tiempo pasado fue mejor. Simplemente fue anterior. También confieso, que lo paso en grande en una tertulia, recordando otros tiempos, en el que el tema cofrade lo llevábamos de manera más sencilla y menos sofisticada.

Soy de la generación de costaleros, que se metía todos los años, entre pecho y espalda, cerca de una veintena de ensayos; igualito que hoy. Empezábamos los ensayos en octubre y si no llega a ser por la Navidad, no parábamos hasta el día de la mudá, antes les decíamos traslado, de los pasos a las Iglesias. Soy de esas cuadrillas, que celebraba el día del ensayo general, en el que se hacía el recorrido completo y que presagiaba la cercanía de la Semana Santa.

Los tiempos han cambiado. Actualmente, cuando se termina un ensayo, al costalero se le agasaja con un bocadillo, unas cervezas por parte de la hermandad.

Antes, después de los ensayos, rezábamos para que siguieran abiertos esos bares clásicos, donde acabábamos muchos costaleros; como el Zépelin, el Buchito, la Taberna de Márquez, el Quitasueño. Bares con solera y en algunos casos con serrín en el suelo, donde después de haberte pegado cinco horas de ensayo, nos merendábamos otras tantas horas compartiendo batallitas cofrades. Los ensayos los hacíamos en calles de poco tráfico y casi siempre en las noches de los viernes y sábados, que eso de ensayar a la luz del día es muy moderno y le quita su encanto. El acompañamiento musical era reproducido por un viejo Philips o Vanguard, donde la vieja cassette de todos los años, nos hacían disfrutar de esas marchas de siempre, que ahora llamamos clásicas. Sólo han pasado cuatro décadas y en muchos casos, parece que venimos de vuelta de todo.

Aquellas cuadrillas de aquellos entonces fueron el primer aldabonazo de lo que hoy, y con todo respeto, llamamos aficionados al costal. En la actualidad, al costalero, se le cuida y se le mima en exceso; que si cervecitas, que si el pescaíto, que si convivencias… Todo me parece muy bien, pero no se puede perder el norte. Vuelvo a decir, que estoy a favor de los costaleros aficionados y de ese trato a las cuadrillas, pero también me gusta cuando se trata, de igual modo, a los sufrientes hermanos de cirios. Antes, eso de doblar cuadrilla era una quimera; un relevo por trabajadera y va en coche. Y si a un capataz se le ocurría arriar un paso en medio de una marcha, eso era una señal inequívoca de que la cuadrilla iba muertecita del tó. Hoy todo eso ha cambiado. En este sentido hemos mejorado una barbaridad. Antes, los pasos se notaban cuando se mecían, ahora si mueves un varal estás condenado, a las profundidades del averno cofrade, por el purismo académico de la Universidad Cofrade de las aceras.

En este sentido, ya hemos rayado hasta tal punto esa exquisitez de charol, que todos los pasos parecen ser llevados iguales, perdiéndose así la idiosincrasia y la personalidad. Como en todo; en el equilibrio entre los extremos está la virtud. Grandes los costaleros de antes y grandes los costaleros de ahora. Los tiempos cambian y las cuadrillas de hoy serán antiguas en el día de mañana. Sólo hay que esperar.

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