Apuntes de cabildo

Un beso a Huelva

  • Emociones y sentimientos que, nacidos del corazón, compartí con todos

Eduardo Sugrañes tras concluir su intervención en el pregón de la Semana Santa.

Eduardo Sugrañes tras concluir su intervención en el pregón de la Semana Santa. / Alberto Domínguez

Ocupo hoy este espacio como pregonero de la Semana Santa de Huelva con el único deseo de mostrar mi agradecimiento a Huelva, la misma que acogió con entusiasmo mi pregón y así me lo expresó en el auditorium de la Casa Colón.

El agradecimiento a Huelva siempre es fácil. Es, como dije, la novia de todos, a la que cada día saludamos en este amanecer hermoso que hoy nos convoca a un Domingo de Ramos que volverá a mover nuestros corazones. Sé como todos que esta es una Semana Santa especialmente distinta, pero igualmente estoy convencido que quedará grabada en nuestros corazones, lo mismo que lo ha sido para mi el Domingo de Pasión, en el que como una gran pantalla del tiempo se sucedieron emociones y sentimientos que pude compartir con todos vosotros, quienes estuvieron en el patio de butacas como aquellos otros que lo siguieron por los medios de comunicación, al no poder acudir por limitaciones de aforo debido a la pandemia.

Si algo eché en falta fue responder con mi abrazo a todos y cada uno de vosotros al impedirlo la pandemia. A los que os tengo que agradecer que hicisteis suplir mis limitaciones con el cariño que siempre me dedicáis.Una jornada en la mañana que amaneció en el santuario de Nuestra Señora de la Cinta a la que como cualquier onubense acudimos a Ella para que nos de la luz que necesitamos. Ese momento fue especialmente hermoso. Lo mismo que no olvidaré nunca que siguiera acompañándome mientras me encontraba en la cátedra de Huelva y su Semana Santa que es el pregón, lo mismo que una imagen del Cristo de la Sangre.

Llegué acompañado de la familia, no sin antes tener una mirada de súplica a la Virgen de los Ángeles, que es guardiana de nuestra Plaza de San Pedro, mirar hacia la Inmaculada Concepción a la que en la noche antes le dejé igualmente encendida una vela en esa vigilia tan especial hasta que llegará el amanecer.

Tuve el inmenso honor de que me abrieran sus puertas las Madres Agustinas y me regalaran una oración de San Agustín que me dio fuerzas, con el encanto de unas ramitas de azahar del patio de su convento.Mi hijo Jesús llevó el libro del pregón, que con tanto cariño había recibido de mis hermandades de Estudiantes y de La Cinta en la capilla de Nuestra Madre Amantísima del Valle. Edu llevó el jarrillo del agua. Con ellos me dirigí al monumento a la Virgen del Rocío antes de entrar en la Casa Colón. A partir de ahí todo lo que sucedió ya lo sabéis. El gozo de hablar de Dios en la calle, entre dos domingos el de Ramos y el de Resurrección.

Para que esto fuese posible fueron muchos los amigos que hicieron suyas no solo mis palabras, sino que se arremangaron para tenerlo todo preparado, escenario, flores, banda, libro del pregón... A ellos mi deuda permanente, lo mismo que al Consejo de Hermandades por haber nombrado pregonero de la Semana Santa de Huelva, el mayor honor para un cofrade y que yo he tenido la suerte de que me nombraran para ese cometido en tres ocasiones y en este año fue posible volver a cantar a la Semana Santa.

Guardo en mi corazón cada uno de esos instantes vividos que rompieron en emociones al llamadle Cinta y Amor, entre las dos lunas la de abril y la de septiembre.

Y mi eterno beso a Leonor, que me acompañó en cada noche en casa escribiendo este pregón, a ella y a su amor van dirigidas las palabras de este pregonero. Gracias a mi familia y a Huelva.

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