La esquila

¡Sobrino!

  • Son de las personas que llevaron el peso de nuestras cofradías durante años

Manuel Roméu en su segundo pregón de la Semana Santa de Huelva.

Manuel Roméu en su segundo pregón de la Semana Santa de Huelva. / HUELVA INFORMACION

Con esta voz me llamaba mi tío Manolo cuando me lo encontraba en cualquier sitio, ya fuera en alguna reunión familiar o acto cofrade. Era frecuente verlo en los traslados o procesiones. Y por supuesto, jamás fallaba en su palco de la Gran Vía, con su esposa que es mi tía, contemplando el paso de las hermandades con ese respeto tan propio de su generación y, por desgracia, tan inexistente hoy en la carrera oficial.

Cuando pasaba vestido de nazareno, rápidamente me reconocía y me miraba fijamente con cara de orgullo y aprobación (imposible describirlo). Casi le escuchaba decirme, en el silencio del momento, que estaba donde tenía que estar. Con el Señor.

Caracterizarlo es bien sencillo: siempre con su uniforme, lo vieras donde lo vieras: en la calle, el Colegio de Farmacéuticos, en misa… camisa de mangas cortas, pantalón de pinzas hasta donde el perfil le permitía y mocasines de pala corta. Todo ello, por supuesto, con sus gafas de aviador con los cristales verdes. La otra opción, por supuesto, era el traje cuando representaba, por ejemplo, a la Hermandad de la Cinta (cuarenta y cuatro en su junta de gobierno; cantidad que hoy resulta imposible para cualquier cofrade comprometido… con no implicarse nunca en su hermandad).

A riesgo de ser pesado, Manolo Roméu se nos va de esa lista de personas que llevaron el peso de nuestras cofradías durante décadas, imprimiendo en ellas su carácter: respeto, afabilidad, sentido de la responsabilidad… Por supuesto, eran otros años, cuando las esposas asumían estos sacrificios de un modo distinto al de hoy. Pero eran los años que eran, no estos. Y tantas horas de reuniones tampoco eran siempre recibidas con agrado.

Tuvo años de gran brillantez como pregonero. Recuerdo uno bastante desconocido en Huelva, pronunciado en Sevilla con motivo de la canonización de Santa Ángela de la Cruz. Imagínense cómo sentó allí que el pregón lo diera uno de fuera… Pues soberbio.

En el plano familiar, quizá el hecho de haber sido hijo único le hizo volcarse tanto con su familia política (el más Verdejo de todos, sin serlo). Tengo la suerte de haber compartido mucho con él, seguramente por la pasión que siempre compartimos por las cofradías. Recuerdo con gran cariño el programa que hacía en la televisión local, junto a Paco Llonís, en el que yo participaba siendo un niño.

De otro capítulo impagable ya hablé en estas páginas otro año, haciendo mención de la tertulia que mantenía con sus amigos, los seises, todos hermanos mayores de sus hermandades.

Hoy, a estas alturas de la vida, no puedo esconder que una gran parte de lo que soy se la debo a mi tío Manolo. Después de una vida tan intensa, ya se reunió con su cuñada Maricarmen, a quien quería como a la hermana pequeña que nunca tuvo, y, desde allí, ambos nos animan a perseverar en nuestra fe y a ser fieles a las tradiciones que personas como él nos han legado.

Será difícil estar a la altura, quizá cada vez más, pero ejemplos como el suyo nos animan a querer lo nuestro y a creer en las cofradías. Fácil no es nunca el camino del cristiano: ya lo dice la salve (“en este valle de lágrimas”), pero por referentes que no quede. Cada vez más, e inmejorables.

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