santa cruz

Sobrecogedoras escenas de antaño

  • El aire romántico de la cofradía impregna las calles del casco histórico de Huelva

Una instantánea del paso de misterio de Santa Cruz, desde la altura.

Una instantánea del paso de misterio de Santa Cruz, desde la altura. / reportaje gráfico: canterla

Día de constrastes el Miércoles Santo cuando procesiona la Hermandad de la Santa Cruz por las calles de Huelva. Nuevamente se repite el milagro de cada primavera.

Cuando las puertas de la parroquia de la Purísima Concepción se abrían, el espectador -cofrade y curioso- asistía ayer a un desfile procesional propio de épocas pasadas, donde el orden y la seriedad del cortejo de nazarenos, unos 120 este año, invitaban al recogimiento. El muñidor anunciaba el transitar de esta cofradía de corte romántico, cuyos enseres están cargados de simbología y basados en emblemas artísticos de la capital onubense, como la soberbia cruz de guía, inspirada en la cruz de los Ángeles del mirador de la Cinta.

Y, de pronto, el sonido de motetes y el acompañamiento musical de violines antecedían al singular paso de misterio, cuyas imágenes escenifican el momento posterior al descendimiento de Cristo, cuando es depositado en un sudario para su traslado al sepulcro, ante la atenta mirada de la Virgen, San Juan Evangelista y María Magdalena.

El breve recorrido de esta hermandad, con una duración de algo más de tres horas, dejaba estampas dignas de admiración. Resulta imprescindible ver a esta hermandad por la calle Cardenal Albornoz, con el marco incomparable del palacio de Mora Claros. Y también de vuelta por la calle Concepción, en los instantes previos a su recogida, más sobria aún que la salida.

Tanto desde la calle como desde cierta altura, el misterio sorprende por su belleza y por su impronta decimonónica. Los ojos se clavan en los rostros de las imágenes de este paso. Se concentran en las Tres Marías, en Nicodemo, en José de Arimatea, en San Juan Evangelista y en María Santísima Madre de Gracia. Y, sobre todo, en la imagen de Cristo, cuya tranquila serenidad invita a la meditación. De nuevo suena el muñidor en la calle. ¿Qué sucede? Es Cristo que pasa.

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