Parece mentira
La esquila

Hoy es Viernes de Dolores y no sé ustedes, pero me invade una gran inquietud porque ya mismo tendremos cofradías en la calle. Una nueva Semana Santa, parece mentira, se iniciará pasado mañana y se me viene a la mente lo mucho que hemos echado de menos las cofradías estos dos largos años. Que sí, que las hermandades han mantenido su actividad y sus cultos en cuanto han podido, pero lo que empieza el Domingo de Ramos es sin duda la culminación de las mismas y su razón de ser.
Cerrar los ojos es transportarse automáticamente a esos momentos que guardamos muy adentro y que, sin duda alguna, nos hacen organizar nuestra vida en torno a estas fechas tan especiales. Porque es así: los cofrades articulamos el año en función de la Semana Santa, y tan pronto termina una comienza la espera de la siguiente. No esperamos que nadie lo entienda.
Esta Semana Santa será la del reencuentro de los cofrades con sus cofradías, y también una gran incógnita: creemos saber cómo será todo, pero en el fondo, reconozcámoslo: no tenemos ni idea. ¿Cómo reaccionará la ciudad cuando las cofradías pisen la calle de nuevo? ¿Será una explosión, como muchos esperan, o por el contrario una vuelta a la normalidad llena de frialdad por no cubrirse nuestras expectativas?
Deberíamos tener mucho cuidado con poner nuestros particulares listones excesivamente altos, porque dos años sin cofradías son mucho tiempo y podemos encontrarnos con cierto desencanto producido por la idealización de un pasado que, en realidad, tampoco fue tan perfecto. Pero es que no tiene por qué serlo.
A partir de pasado mañana veremos malas levantás, cofradías que llegan tarde a tal esquina, y escucharemos alguna marcha mal tocada. También veremos con seguridad cortejos más cortos de lo que recordábamos. Pero ojo, que estos árboles sí nos permitan ver el bosque, que no es otro que el milagro de la cofradía en la calle. Que dos mil años después de Cristo haya un numeroso grupo de personas que quieran complicarse la vida poniendo en la calle las hermandades, con todo lo que ello supone, es algo verdaderamente maravilloso y, este año más que nunca, creo que debemos darle un especial valor. Siempre es más cómodo quedarse en casa y no comprometerse con nada que tampoco es que nos vaya a sacar de pobres.
Por todo ello, desde mi modesta opinión, creo que esta Semana Santa de 2022 debe ser la que nos concentre a los cofrades en lo mucho que nos une y, cómo no, en el deleite incomparable de los innumerables momentos que tienen nuestras hermandades en sus estaciones de penitencia. Porque otra vez, parecerá mentira, la Virgen de los Dolores caminará por el porche mercedario en una estampa de incalculable belleza e historia. Porque, una vez más, y no nos cansaremos nunca de verlo, el Cristo de la Sangre llegará a la Plaza Niña y nos sacudirá el espíritu gritándonos en silencio que es Martes Santo y esto ya se ha ido. Porque por fin, Dios por fin lo quiso, será Miércoles Santo y Huelva reventará de amor por la madre de Dios. Y porque un año más vestiremos nuestra túnica y pasaremos por las calles sin ser nosotros mismos dando luz al Cristo o a la Virgen de nuestra devoción.
Y porque el Viernes Santo, miraremos a la Soledad y pediremos que nos dé salud para la Semana Santa que viene. Y así comienza de nuevo el ciclo. “Niño, ¿cuándo cae el Domingo de Ramos de 2023? ¿El 2 de abril? Pues nada, este año la espera es más corta”. Feliz estación de penitencia a todos.
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