La esquila

Miedo a la gente

Es cierto que a veces miramos atrás y, como contraste con la actualidad, concluimos que las juntas de gobierno en general, y algunos hermanos mayores en particular, tenían una autoridad con la que desarrollaban su trabajo en las hermandades. La sociedad, obviamente, era otra, y esta situación provocaba evidentes excesos como cambios de imágenes titulares, por ejemplo, que hoy serían impensables. Entre otras cosas, porque los estatutos de las cofradías protegen a los hermanos de estas actitudes a veces caprichosas.

Son ejemplos quizá aislados, pero esta autoridad se echa en falta cuando vemos cómo algunas juntas de gobierno no se atreven a hacer lo que deben por miedo a que la gente se les eche encima. En nuestro mundo de las cofradías, siempre pienso que en las hermandades no se ha entendido bien la democracia, y como no me importa en absoluto ser políticamente incorrecto me explico: tengo la sensación de que para muchos cofrades la democracia significa opinar de todo y hacer de todo. ¿Cómo va a tener en una junta de gobierno el mismo peso la opinión de todos? Es imposible.

Hablamos de disciplinas que requieren de años de aprendizaje, pero da igual. Lo mismo hablamos de bordados, música, imaginería, economía… ¿Cuántos años necesitamos para considerar que sabemos de todas estas cosas? Ni los humanistas del Renacimiento.

Y entre todas estas áreas, quiero detenerme en una ante la cual hay hermandades que muestran un pánico especial, por lo que diga la gente: la restauración de las imágenes. Es cierto que las cofradías son especialmente inmovilistas para todo, pero no me digan que no es llamativo que nuestras imágenes, esas esculturas que algunos adoran más que al propio Señor verdadero que se encuentra en el Sagrario, se presenten día a día en los altares llenas de suciedad, oscuras por el humo de las velas y a veces con evidentes problemas estructurales a la vista. Todos saben lo que pasa, pero claro, si las restauramos la gente se nos echa encima. Mucho mejor tenerlas sucias. ¿No les parece indecente?

Y ya cuando escondemos este problema con adjetivos del tipo mi Cristo gitano o el moreno de no sé dónde… Creo que se trata de una enorme irresponsabilidad, y los palos, curiosamente, se los lleva quien pone remedio al problema, y no todos los antecesores que, mientras gestionaban, no se preocuparon del asunto. Si la imagen es clara, ¿cuál es el problema? Todavía recuerdo el ruido que se levantó cuando vino de Madrid la Virgen de la Esperanza. Al final, solo quedó el revuelo de quienes intentaron aprovechar la coyuntura para debilitar y hacer daño. Hoy, ¿quién discute que la restauración fue impecable? Peor me parecen esas limpiezas a la carta, en las que la junta de turno decide el tono en el que debe venir la imagen. ¿No será mejor poner los medios para que no nos acostumbremos a verlas sucias?

En definitiva: ante cuestiones tan importantes como la salud de nuestros titulares, considero que no podemos dejarnos llevar por criterios no profesionales que, al tiempo, son los más subjetivos y, como tal, dividen y enfrentan a los hermanos. Aprendamos de Sevilla también lo malo: no hace mucho, el hermano mayor de una hermandad muy señera afirmó en una entrevista que, ante la evidencia de la necesidad de restauración de su titular, él no la emprendía porque no se atrevía. Al poco, hubo que adelantar las elecciones y, por primera vez en su cuatro veces centenaria historia, hubo dos candidaturas. Y ahora, díganme que eso es bueno y sano para la salud de las hermandades.

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