Semana Santa

El Jueves Santo se echó a la calle sólo con la Buena Muerte y Los Judíos

El primer día de la Primavera también amaneció desapacible, la nueva estación del año había entrado a las siete menos diez de la mañana. Los deseos de procesionar eran grandes pero se iban conteniendo en las tres cofradías que le tocaban salir, Oración, Buena Muerte y Judíos, había que esperar a la tarde a ver cómo la climatología se iba desenvolviendo. En esta tregua, lo importante era disfrutar de la mañana en los templos, y el ambiente era grande en este día festivo, que es de los que relucen más que el sol, aunque sólo lo viéramos por la tarde.

Ambiente agustino en la iglesia de Santa María de Gracia, allí se estrenaba como hermano mayor en su primera salida Virgilio Mora, que se encontraba con los padres agustinos Esteban Labrador y Emilio Rodríguez Claudio. Un día especial para esta vinculación agustiniana que quedaba reflejado en dos nuevas figuras de la trasera, con San Alonso de Orozco, en cuya peana iban los nombres de los padres de la comunidad Agustina de Huelva y una monja Agustina, reflejada en sor Amparo, sacristana de la iglesia de Santa María de Gracia, también con los nombres de las monjas agustinas de la comunidad de Huelva. En el paso de la Virgen lucía un lazo blanco en recuerdo de la pequeña Mari Luz y uno negro por el que fuera hermano mayor de la cofradía, Antonio de la Corte Amo, recientemente fallecido. Destacaba este año la nueva ráfaga que estrenaba la Virgen de la Consolación, que completaba y realzaba aun más imagen de esta dolorosa que mira a su cruz vacía, sólo con el blanco sudario y a sus pies lirios inmaculados. Una diadema regalo de su cuadrilla en su veinticinco aniversario.

El paso de la Buena Muerte marcaba su sobriedad con la portentosa figura del Cristo sobre un monte de claveles rojos.

En la parroquia de la Inmaculada Concepción el primer saludo de la mañana era para la Virgen de los Dolores en su paso de palio, un joyel de bordado en plata cuya bambalina delantera ha sido objeto de un proceso de mantenimiento con su limpiado por el taller de las Madres Oblatas.

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