Semana Santa

La Esperanza es mimada por su barrio

  • La cofradía se apodera del centro de la capital, mostrando su belleza y fevor

Cuesta encontrar una identificación tan clara y palpable entre un barrio y una hermandad. Eso pasa con la relación que existe entre San Francisco y el centro de Huelva. La Hermandad de la Esperanza consigue 'adueñarse' del centro. Su presencia es deseada y cuando despliega todo su cortejo procesional, las estrechas calles de la vieja Huelva se abren como pétalos ante la presencia de los magníficos pasos del Señor de la Expiración y de la Coronada Esperanza.

La salida desde la capilla de la antigua Padre Andivia se adelantó unos diez minutos para facilitar la llegada de la Victoria al centro. Cuando el templo abrió sus puertas, su calle y todos los alrededores ya hervían de entusiasmo por ver a los titulares. El barrio fiel a su cita anual, rebosaba de balcones vestidos con ese verde tan personal y con sendas imágenes del rostro de la Virgen.

Junto a la devoción, había otros puntos de interés a tener en cuenta en esta ocasión. La parte más atrayente era el paso del Señor, que estrenaba su cruz de procesión que le ha hecho ganar a la imagen 70 centímetros de altura. Además, el paso mostraba una nueva distribución de las imágenes. A esto hay que sumar, que la cofradía presentaba una nueva túnica de nazareno.

La tarde estaba serena y dispuesta a recibir al cortejo. Solo una negra nube se interpuso: el fallecimiento en accidente de tráfico, de dos familiares de uno de los diputados de tramo del palio, a escasas horas del inicio de la procesión, lo que no pasó desapercibido en las plegarias de los cofrades.

Antes de la salida, se procedió a las primeras levantás. La del paso de misterio fue realizada por el presidente del Consejo de Hermandades, Modesto Fernández Jurado, mientras que la del palio contó con la presencia de José Ángel Hernández, en representación de Banca Cívica.

Todo el itinerario de San Francisco supone un maravilloso laberinto que se desarrolla por el centro. Hay momentos en que hasta se tiene la impresión física de que la cofradía se ha adueñado del barrio y de alguna manera así es. Es una suerte para estos cofrades, contar con esa sinuosidad que no hace otra cosa que engrandecer más si cabe, la belleza plástica de San Francisco.

Muy cerca de su salida, hay una cita ineludible: las Hermanas de la Cruz donde la Esperanza se detuvo sin prisas para mostrar el cariño que tiene a las religiosas de las que tan cerca está durante todo el año. Un poco más adelante, el Señor de la Expiración ya recibía sus primeras saetas en Alfonso XII que se sumergió en un profundo y respetuoso silencio. Su Banda le acompañó con toda la seriedad y profesionalidad de la que son capaces y así se encaminaron hasta otro lugar señero para San Francisco: al antiguo Brasil. Era muy difícil dar un paso. Las saetas surgieron desde el Hotel Tartessos para los dos titulares, aunque para la Esperanza estaban reservadas las petaladas. Tras avanzar por la Gran Vía, la cofradía volvió a las estrechas calles donde luce tan bonita.

San Francisco mostraba en el pavo del manto de la Esperanza, un lazo negro por el luto de Rafael Quintero, bordador fallecido del grupo de bordado de esta hermandad, quien precisamente había realizado el pavo. Otro lazo negro se encontraba en el ceñidor de la Virgen, por el reciente fallecimiento de Eugenio Farelo, antiguo vestidor de la Señora. En la saya de la Esperanza, lucía la medalla de la Virgen de la Victoria que la hermandad del Polvorín regaló en su 50º aniversario, cuando visitó la Esperanza. Por último, por lo que concierne a este capítulo, en el guión de la juventud llevaba un lazo verde, en solidaridad con los niños Ruth y José para que la Esperanza siempre esté viva y que puedan aparecer pronto.

Pero con la Esperanza se puede decir que siempre lo mejor está por venir, porque cuando abandona la carrera oficial -la última en hacerlo en el Miércoles Santo- y accede principalmente, a Miguel Redondo es protagonista de los mayores momentos de intimidad con su gente. Es una devoción muy marinera, muy choquera que se transmite con facilidad, generación tras generación. La petaladas y las saetas se suceden en un trayecto en el que parece que el tiempo se para o que sencillamente, no existe.

Con la salida procesional de ayer, María Santísima de la Esperanza -que estrenaba rostrillo- hace un pequeño paréntesis en lo que respecta a su presencia entre los devotos de su barrio y de toda Huelva. En poco tiempo, la imagen partirá hacia Madrid. Allí, en los talleres de los Hermanos Cruz Solís, perteneciente a la Fundación Nuestra Señora de la Almudena, será sometida a un proceso de restauración. Los trabajos se centrarán preferentemente, en la limpieza de la policromía y en el tratamiento de las grietas, si bien en principio, todas ellas son de carácter superficial. Hay que tener en cuenta que se trata de una imagen de 73 años de antigüedad por lo que este tipo de actuaciones son más que convenientes.

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