Semana Santa

Ahondando en la génesis

  • La saeta como la conocemos hoy surge a finales del XIX, cuando el flamenco deja de ser un cante asociado a ambientes marginales

LA saeta como la conocemos actualmente surge a finales del siglo XIX, justo cuando el flamenco empieza dejar de ser considerado como un cante asociado a los ambientes marginales y empiezan a escucharse a los primeros cantaores profesionales. Su evolución también va pareja a la de las grabaciones discográficas. Sobre la raíz de este cante predominan hoy más las incógnitas que las certezas. El propio origen del nombre saeta es en sí difuso. Entre las definiciones de la Real Academia Española (RAE) se encuentra la de: "Copla breve y desgarradora que se canta principalmente en Andalucía ante los pasos de Semana Santa". Ésta es la que más se ajusta a la manera en que conocemos este género hoy día. Pero no fue siempre así.

Diversos estudios sitúan el origen de la saeta en el siglo XVII, a la que las órdenes franciscanas y capuchinas dieron difusión. Fray Isidoro de Sevilla, ya en 1741, hace referencia a este cante al describir una procesión de penitencia en la que los disciplinantes "echaban saetas penetrantes". Hay expertos que relacionan, incluso, esta melodía con los cantos primitivos cristianos, que bebían a su vez de los salmos judíos. Tampoco falta quien la ha relacionado con la llamada a la oración de los almuédanos desde el alminar de las mezquitas árabes. Lo cierto es que estos romanceros tenían por parte de las órdenes referidas un fin pedagógico, ya que con ellos daban a conocer al pueblo -que por entonces apenas sabía leer- distintas escenas del martirio de Cristo. También buscaban el arrepentimiento en los días santos.

Ricardo Rodríguez Cosano, un sevillano nacido en Casariche y que ha desarrollado buena parte de su vida en Lebrija, localidad en la que ha llevado a cabo una gran labor de investigación sobre este género, asegura en su libro Evolución del cante por saetas que "es indudable que las saetas actuales arrancan de unos cuerpos melódicos, elaborados en su tiempo, cuyas raíces musicales podemos encontrarlas junto a los llamados pregones religiosos, tonás litúrgicas, y por supuesto, a las saetas primitivas". Estos pregones -también denominados sermones- se mantienen hoy día en muchas localidades y merecen un capítulo aparte en esta sección.

Respecto a las saetas primitivas, Rodríguez Cosano mantiene que son el eslabón necesario para llegar a las composiciones actuales, la base sobre la que se obró la transformación a finales del XIX. Antes de que esto ocurriese el pueblo ya se había apropiado de los cantos pasionistas fomentados por las órdenes religiosas, un proceso que culmina con un género aflamencado -interpretado por gente anónima- que prepara el terreno para que luego sea interpretado por los grandes cantaores. Esto sería ya a finales de la centuria decimonónica. El pórtico para la Edad del Oro de la saeta.

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