Cádiz Coronavirus

Nos atropelló

La crisis financiera que acabó con los años locos del ladrillo nos trajo muchas enseñanzas. Siete años de bache dan para pensar mucho. En ese tiempo sufrimos un éxodo de talentos, gente joven que llegó a la conclusión de que Cádiz no era tierra de oportunidades. Las empresas que se quedaron aquí o que se crearon de nuevo cuño se internacionalizaron. Se crearon laboratorios de creación de empresas que miraban más allá de una economía estacional y salieron algunas buenas ideas. Tímidos planes empezaban a reorganizar los planes educativos para dar más importancia a la Formación Profesional y crear una generación con más opciones de acceder a un mercado de trabajo más especializado. Todo muy lentamente. E incluso la Administración, anquilosada en su estúpida burocracia, se espabiló y se dijo que con las ayudas de la ITI no pasaría como con otros planes que fueron dinero malgastado, perdido dios sabe dónde.

Los datos de empleo, sin ser buenos, mes a mes iban recortando nuestros salvajes porcentajes de paro estructural. Dependiendo de quién fuera la Administración en ese momento las cifras, siempre estacionales, eran jaleadas por el Gobierno y criticadas por la oposición. Unos anticuados sindicatos soltaban su habitual monserga de que había que cambiar de modelo productivo y que el empleo que se creaba era de muy baja calidad.

En cualquier caso, el paro, sin que abandonáramos nunca el furgón de cola, dejaba de ser noticia. De vez en cuando un batacazo y luego una recuperación cuando llegaba el buen tiempo y las terrazas se llenaban y los bares contrataban a camareros y a cocineros de tapas. Íbamos tirando.

Pero los peligros, las enseñanzas de la crisis, seguían presentes. Nuestras dos grandes debilidades no habían desaparecido, ni en líneas generales había una intención decidida a que lo hicieran. Una de esas debilidades era el propio tejido empresarial de la provincia, compuesto por infinidad de microempresas y autónomos, falsos o verdaderos, que son sólo un maquillaje de la precariedad de nuestro mercado laboral. La fragilidad de ese universo de empresas indefensas ante cualquier cambio de viento era un riesgo en el horizonte de lo que muchos observadores seguían alertando, llamando a la concentración, a hacerse fuertes.

La otra debilidad tenía que ver, como buena parte de Andalucía, con nuestra aceptación de que éramos el resort de los europeos y de la España rica. ¿Por qué íbamos a renunciar a nuestra gran industria, que no es otra que el turismo?La dependencia del sector servicios no ha variado en exceso desde los años de la crisis.

Nada de esto es nuevo, es conocido por todos. Tampoco nadie podía esperar que se fuera a producir no un cambio de viento, sino un brutal golpe que nos ha derribado en sólo 15 días. Las consecuencias de futuro son especialmente duras porque esas pequeñas empresas no saben si se podrán levantar de la lona y nuestro turismo va a quedar muy tocado. Hemos perdido un 8% de los cotizantes en dos semanas, Guipúzcoa sólo el 2%. Seis puntos que resumen la inabarcable brecha norte/sur.

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