Sanidad y tiempos de guerra

La prestación de servicios sanitarios se convierte allí en una heroicidad

Con los estragos de la agresión rusa en Ucrania estamos viendo como la guerra supone (incluso en los primeros días de su desarrollo) un desastre para la salud y para el sistema sanitario en aquel país.

Los daños directos a la población con los bombardeos indiscriminados se suman a la destrucción de infraestructuras sanitarias y las de comunicación o las de suministros básicos como la energía o el suministro de agua potable, entre otros. En pocos días, una sociedad y un sistema que disponían de un nivel de desarrollo relevante, se convierten en una zona de guerra donde solo hay destrucción y caos.

La prestación de servicios sanitarios se convierte en una auténtica heroicidad en la que los profesionales sanitarios ofrecen la mejor prueba de su código deontológico, al anteponer su compromiso por atender a quienes necesitan asistencia sanitaria a su propia seguridad personal. Y los problemas de salud que muchos pacientes crónicos tienen, se deterioran en muchos casos por la falta de suministros en las farmacias con el consiguiente incremento de morbimortalidad.

La importante cantidad de personas que se desplazan como refugiados a los países fronterizos va a condicionar un éxodo de varios millones de personas que la UE acoge con enorme solidaridad, generando también un desafío sanitario tanto en lo que se refiere a la necesidad de atender problemas de salud en la propia frontera, como en los sistemas sanitarios de los países de acogida que tendrán que adaptar su respuesta a nuevas necesidades.

Es muy importante en este sentido articular una rápida incorporación de las personas refugiadas a los programas preventivos y asistenciales habituales ya que, dado que la mayoría de ellas son mujeres y niños, los programas de salud de la mujer y los de la infancia deben incorporar a estas personas en su dinámica de trabajo habitual.

En este contexto es de enorme importancia anticipar y atender el problema de salud mental que este trauma bélico causará en la población desplazada y golpeada por la guerra; gentes que habrán perdido a familiares, sus hogares, sus trabajos, sus entornos y sus modos habituales de vida. Ya sabemos que estos traumas de guerra tienen un impacto muy duro en el ámbito de la salud mental y su abordaje es algo prioritario.

La respuesta solidaria de Europa es muy significativa en estas primeras semanas. En el ámbito del cáncer infantil (por ejemplo) se está articulando una estrategia para sacar del país a niños en tratamiento para su distribución y acogida en los diferentes sistemas de los diferentes países con la idea de asegurar la continuidad de los tratamientos y evitar el desastre que la interrupción de sus terapias puede suponer para esta población tan vulnerable.

En definitiva, la salud se convierte en una prioridad y en un objetivo que se hace muy difícil ya que es uno de los primeros elementos que se destruyen o se afectan en una guerra. Y el sistema sanitario sufre sus consecuencias y muestra de nuevo la importancia de su papel para la sociedad.

Y es que esta guerra injusta por la agresión rusa a Ucrania debe finalizar de inmediato. Alcemos nuestra voz contra esta agresión y apoyemos todas las respuestas solidarias con el pueblo ucraniano. También en lo sanitario.

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