Opinión

Floración

Los meses avanzan y llegamos a mayo. Empiezan a brotar las primeras flores entre mis macetas, aún tímidas. Les saco fotos para conservar en píxeles una porción de su belleza. No les hablo del calor porque me parece cruel. Han vuelto las romerías, las cruces y ferias. Han vuelto las comuniones. Mayo es un mes de ceremonias. Por casa hay trajes planchados y listos para usarse, zapatos y demás complementos. El estilismo es una alquimia. Veo en las redes sociales los festejos de amigos y conocidos. Este próximo domingo nos tocará a nosotros, tenemos Primera Comunión. La extraescolar de los jueves se convierte en sacramento. En este proceso, hace algunas semanas, llegó el sacramento del perdón, al que también se referían como sacramento de la penitencia haciendo hincapié en lo punitivo (existe toda una salvación en las palabras). Cualquier oportunidad es buena para una confrontación propia. Replantearse o morir. El pecado, la falta, el malpensar, ¿qué suponen?

Una punzada. Un pensamiento continuo. El descenso vertiginoso. Una oquedad en la boca del estómago. Vacío y precipicio. La vida es una atracción de feria, en ocasiones de las de ingravidez y descontrol. Nosotros somos sus pasajeros. En los últimos días he tenido que rectificar y pedir disculpas más de lo habitual. Y me parece bien. Hay algo áspero en el error propio y una sanación en su reconocimiento. Quien no concibe el fallo en sus carnes jamás reconocerá el ajeno. Errar es un verbo que conjugamos poco pero realizamos continuamente. Ni gozo ni regocijo, pero nada fuera de lo habitual. Creo en la capacidad de fallar del ser humano porque creo en la mía. Definitivamente he perdido el cómputo de piedras y tropezones aunque los tengo muy en cuenta. Nunca se sabe dónde habitan los tropiezos por eso hay que entrenar el equilibrio. Soy plenamente consciente de que el suelo está más cerca que el cielo. Como mis hijos, llevo remiendos de su roce, ningún pantalón sobrevive a la experiencia. Las rodillas y los sabañones. Sin cicatriz no habrá historia que contar. La épica del enemigo insalvable de uno mismo. El éxito es un concepto excepcional por el que se lucha a diario; una siembra invisible. Por eso hay que celebrar cada promesa de luz. Toca acicalarse bien y posar radiantes en el selfie de la fiesta. Tras limpiarse los borrones de tinta, nada hay que reprochar a quien comparte su alegría.

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