A CIENCIA ABIERTA POR JUAN MANUEL GARCÍA RUIZ

Momento

Un simpático chascarrillo habla de un soldado que se quedó agazapado detrás de una piedra mientras sus compañeros tomaban al asalto una posición. El sargento va hacia él y le grita “cobarde, ¿es que te dan miedo las balas?” El soldado, sacando una bala de su carcasa y dándose golpecitos con ella por todo el cuerpo le contesta: “¿Miedo yo a las balas? mire lo que hago con ellas; yo a lo que tengo miedo es a la velocidad que traen”. Tenía razón nuestro soldado con espíritu de superviviente. O casi. Porque efectivamente la velocidad de la bala importa pero lo que realmente importa es el producto de la masa de la bala por la velocidad que lleva, lo que llamamos en términos científicos, el momento. Por ejemplo, si usted conduce por la autopista a una velocidad prudente, digamos a 100 kilómetros a la hora, e inopinadamente le sale al paso un insecto que no pesa más de un gramo, hace bien en no esquivarlo. El mosquito no tiene una masa suficiente para que –a pesar de la velocidad del choque– el momento le haga temer un impacto grave para su integridad (evidentemente, el mosquito lo debe ver de otra manera). Ahora bien, si ve venir haciendo eses al automóvil de algún cretino, entonces usted agarre fuerte el volante y trate de esquivarlo como buenamente pueda. Porque si a la velocidad con la que se le viene encima le añadimos la que usted lleva y tenemos en cuenta que el peso de un turismo es alrededor de un millón de veces el de nuestro insignificante mosquito, entonces que la suerte le acompañe. Porque lo que importa es el momento, es decir el producto de la masa por la velocidad, lo que también se llama cantidad de movimiento. Es la razón por la que debemos reducir la velocidad en carretera, una norma que sólo los insensatos –y los ignorantes que no saben qué es el momento– no cumplen.

La palabra momento la puede usar en lenguaje cotidiano de diferentes maneras. Por ejemplo, nuestro soldado, en vez de decir: “No mi sargento, yo a lo que temo es a la velocidad” podría haber dicho con mucha mayor precisión: “No mi sargento, yo a lo que temo es al momento”, con lo cual el sargento se hubiera quedado perplejo sin entender una papa y no le hubiera corrido a gorrazos por el campo de batalla, que es lo que le probablemente le pasó al pobre aprendiz de héroe. También puede usar momento para definir lo que avanza imparable, avasallando; en situaciones en que diría “es que no hay quien lo pare” podría tirarse el farol de decir “tiene mucho momento”. Por ejemplo: “Obama tiene mucho momento”, para indicar que usted cree o acepta, que tiene muchos partidarios, que son muy activos y que cada vez serán más.

Y recuerde. Cuando dos cuerpos colisionan, la bala y nuestro soldado, el mosquito y nuestro automóvil o éste y el coche de un cretino, al menos uno de ellos sale perdiendo, y muchas veces los dos. Así, que ya sabe, este agosto acuérdese del momento, conduzca con mucha prudencia y no lo haga con más alcohol de la cuenta.

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