Vecinos de Cueva de la Mora en El Patrás

Casas vacías con la mesa puesta

  • Vecinos de Cueva de la Mora relatan la repentina salida de sus casas por el fuego

Entrada a la aldea de Cueva de la Mora, en Almonaster.

Entrada a la aldea de Cueva de la Mora, en Almonaster. / Josué Correa (Huelva)

Merche se disponía a comer con su hija, Inma, y Antonia estaba en las mismas junto a las suyas. En torno a las dos de la tarde, era lo que tocaba cada día pero no era uno cualquiera, era jueves 27 de agosto de 2020, ya marcado para siempre en Cueva de la Mora, en Almonaster. Apenas media hora después, la aldea era un puñado de casas vacías con mesas llenas.

Cuando el humo se hacía ya visible para los vecinos de esta pequeña aldea, comenzaron las llamadas de alarma hasta que un grupo de agentes de la Policía Local ordenó el desalojo urgente de los vecinos. “Cogí las gafas y el móvil”, cuenta Merche, después de que su marido entrara en la casa “con la cara desencajada gritando ¡vámonos, vámonos!” y es que, prosigue, “en un minuto el cerro entero se había fundido”. “Desolador”, es la primera palabra que se les viene a la mente cuando vuelven la vista al día anterior.

Ana y María José preparan la comida en el edificio multifuncional de El Patrás. Ana y María José preparan la comida en el edificio multifuncional de El Patrás.

Ana y María José preparan la comida en el edificio multifuncional de El Patrás. / Josué Correa (El Patrás)

Afortunadamente, superada la impresión esta familia sólo tiene que lamentar que se les haya quemado el contador de la luz con el congelador lleno –“aquí no se compra como en la ciudad”–, sin olvidar el trastorno que causa este brusco abandono del hogar. “Todo fue muy rápido”, y menos mal, porque “al salir las llamas llegaban a la entrada”, cuenta Merche, que añade que se quedaron “a un centímetro de mi casa porque la parcela de alrededor, llena de pastos sin trabajar, está quemada”. Al principio, confiesa, pensó que “iba a ser peor”.

Alrededor de las tres de la tarde el matrimonio y sus dos hijos ya estaban en la aldea vecina de El Patrás, en su edificio multifuncional, donde “todos se han portado muy bien”, no les ha faltado nada e incluso los vecinos han ofrecido sus casas para el aseo personal de los evacuados.

Merche y su hija Inma. Merche y su hija Inma.

Merche y su hija Inma. / Josué Correa (El Patrás)

Ella y su hija, Inma, abandonaron sobre las diez de la noche El Patrás para pernoctar en el albergue de Almonaster. Su marido y su hijo se quedaron “para no separarse de la casa”, que pudieron visitar brevemente a las claras del alba del viernes para comprobar, entre otras cosas, que “las gallinas han sobrevivido”.

Aunque la mayor parte de las más de 200 personas que tuvieron que ser desalojadas el jueves de las aldeas Cueva de la Mora y Monteblanco pernoctaron en viviendas de familiares, el Ayuntamiento de Almonaster la Real, al que pertenecen ambos núcleos, habilitó el albergue municipal y el edificio multifuncional de El Patrás, también del municipio.

Allí, el día después de que se declarara el incendio y mientras comienzan los preparativos del almuerzo, los vecinos se agrupan para charlar mientras contemplan con cierta ilusión la llegada de algunas autoridades. María José no puede ocultar sus ganas de volver a su casa junto a su familia mientras Ana cuenta que tuvo que irse directamente de su puesto de trabajo “en la mina” con la ropa del trabajo puesta. Su marido ya ha comprobado que “la casa y los perros están bien”.

Una mujer saca del vehículo a su mascota. Una mujer saca del vehículo a su mascota.

Una mujer saca del vehículo a su mascota. / Josué Correa (Cueva de la Mora)

Poco a poco, a lo largo del viernes a los vecinos se les ha permitido hacer una breve visita a sus casas en Cueva de la Mora. Tras comprobar con sus propios ojos que ahí siguen, al mediodía se respiraba cierto alivio en el ambiente. Antonia, por ejemplo, tuvo que recoger sus pastillas para la hipertensión.

Con la ayuda de agentes de la Guardia Civil, el alcalde de Almonaster, Jacinto Vázquez, organiza los grupos de vecinos para comprobar el estado de sus casas y “echar agua al ganado”. La comitiva vecinal, formada por alrededor de una decena de vehículos, cubre a buen ritmo los aproximadamente doce kilómetros que separan El Patrás de Cueva de la Mora, a través de una carretera, la HU-7104, que conocen como la palma de su mano.

Antonia habla con su hija María José. Antonia habla con su hija María José.

Antonia habla con su hija María José. / Josué Correa (El Patrás)

El caserío de la aldea espera a sus dueños con más o menos desperfectos visibles, pero los terrenos que lo circundan muestran la huella inconfundible del fuego. El alcalde emplaza a los vecinos en “la plaza del pueblo” apenas un cuarto de hora después para emprender el camino de vuelta. Al fondo, un joven se enjuga las lágrimas por sus animales y una mujer saca de su vehículo a su perro para dejarlo en el patio de su bar, ahora vacío. “Aquí vas a estar mejor”, le dice, para salir minutos después portando unos pocos enseres, ya sin su mascota y con nervios.

Estas visitas, de escasos diez minutos, se repiten a lo largo del día gracias también a la cooperación de voluntarios que ayudan a confeccionar las listas para cada viaje a Cueva de la Mora. No pierden de vista sus casas, sus animales, pero sí, cuando ya termina la tarde del viernes, la esperanza de dormir ese día en ella.

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