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Su preocupación eran sus hijas

  • Cristina Marin había decidido dar un vuelco a su vida y del sector agrícola pasó al de la hostería para "sacar adelante a sus niñas"

Cristina Marin, la joven de 24 años de edad y nacionalidad rumana que el pasado sábado fue hallada muerta en su domicilio de la calle Méndez Núñez de Lepe asesinada presuntamente a manos de su expareja, Laurentiu Daniel, de 33 años de edad y también rumano, que fue detenido por la Guardia Civil al día siguiente en el paraje de Tariquejo, llevaba casi cuatro años en Lepe cuando sucedieron los hechos, donde siempre había trabajado en el campo, concretamente en las campañas de recolección de los frutos rojos y la naranja.

No obstante, poco menos de una semana antes de ser asesinada, había decidido dar un vuelco a su vida y del sector agrícola, pasó al de la hostería. Empezó a trabajar como ayudante de cocina en el bar-cafetería El Sur, un establecimiento situado a escasos 200 metros de su vivienda cuyo propietario, Antonio Marín, ha señalado a Huelva Información que "a pesar de su falta de experiencia", decidió "darle una oportunidad" porque "me expuso una enorme voluntad de trabajar" y porque "además, le noté muchas ganas y empeño, y una actitud muy positiva".

"Su gran problema", prosigue este empresario hostelero lepero, es que "no tenía con quien dejar a las niñas (de 2 y 5 años) a determinadas horas y ellas eran su gran preocupación". Dada la situación, añade, "le di facilidades y flexibilidad horaria y le dije que no se agobiase, que estuviese a media jornada durante el verano y que ya hablaríamos cuando sus niñas empezasen en septiembre el colegio y la guardería". Al final, concluye, solo le dio tiempo a ir a trabajar cuatro días a su establecimiento, por lo que "no me dio prácticamente tiempo a conocerla", explica Marín.

Durante ese escaso tiempo, quienes más se relacionaron con ella fueron la jefa de cocina y una de las cocineras del establecimiento, Carmen Bursal y Teresa Martín, respectivamente, quienes coincidieron en destacar a Huelva Información que para Cristina "la máxima prioridad eran sus dos niñas". De ahí, prosigue la primera, la "enorme necesidad que tenía de trabajar para sacar a sus hijas adelante". "Por ellas lo hacía todo -prosigue- y me llegó a comentar que había pensado mudarse sola con las niñas a otra casa, para lo cual iba a pedir a su madre, que reside fuera de España, que se viniese con ella".

En parecidos términos se expresó la cocinera Teresa Martín, quien afirma que llegó "con muchas ganas de trabajar y, sobre todo de aprender, porque era novata en hostelería. Igualmente, prosigue, "ponía mucho empeño en que el jefe viera que tenía ganas e ilusión por hacer bien su trabajo". Y todo, puntualiza, "por sacar a sus niñas adelante".

La jefa de cocina, Carmen Bursal, también aseguró que en los pocos días que estuvo trabajando con ella observó que era "un encanto", además de una persona "muy sufrida" y que "estaba triste y necesitaba ayuda", además de una "necesidad enorme de hablar con alguien para contarle sus problemas y desahogarse. Pero era muy tímida y decidió callar".

Sobre su expareja, Carmen afirma que solo llegó a decirle que tenía una orden de alejamiento hacia ella porque era "muy agresivo" y la maltrataba "tanto física, como psicológicamente".

A Teresa, que confiesa haber vivido una situación similar a la de Cristina, le comentó que "no se llevaba bien con él y lo de la orden de alejamiento", por lo que "le recomendé que acudiese a un mediador de los servicios sociales especializado en este tipo de casos con el que a mí me fue muy bien".

Armando Narváez, camarero del bar-cafetería El Sur, afirma que fueron pocos días para conocer a una persona, a pesar de lo cual llegó a pensar desde el primer día que el jefe "había hecho un gran fichaje por las ganas de trabajar y aprender que tenía". A pesar de ello, concluye, "también es verdad que su cara reflejaba tristeza y preocupación por algo, lo cual no le pregunté porque no tenía aún confianza con ella".

Para todo el equipo del bar-cafetería El Sur el sábado fue un día "raro" y sobre todo "muy triste" porque en solo cuatro días Cristina "se había ganado el reconocimiento de todos", coinciden en afirmar, a lo que el propietario del establecimiento añade que "nada más conocer la noticia todos sentimos una gran frustración y nos quedamos bloqueados".

Carmen Bursal agrega que desde el sábado está "rota por dentro", mientras que Teresa Martín afirma que "con el paso de los días la situación se ha ido normalizando. No tenemos más remedio que ir recomponiéndonos y seguir trabajando porque la vida sigue", para concluir afirmando que "no es lo mismo ver estas cosas por la tele. Vivirlas tan de cerca te hace replantearte muchas cosas en la vida".

Pilar Medero, presidenta de la Asociación de Vecinos de la barriada Blas Infante en la que residía Cristina con sus dos hijas, señala a Huelva Información que "pese a que no le llegué a conocer personalmente, las referencias que nos llegan de otros vecinos es que era una buena chica y que siempre estaba pendiente de sus niñas, de las que nunca se separaba".

También subraya que cuando necesitaba algo "siempre contaba con la ayuda de los vecinos de la casa situada frente a la suya", y que "nunca nadie había escuchado ruidos extraños, gritos o peleas en la vivienda de Cristina", aunque "sí comentan algunos vecinos que ella le tenía miedo a su expareja y que cuando aún vivían juntos no podía estar mucho tiempo fuera de casa por temor a que le hiciese algo".

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