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Historia

La fuerza naval que descubrió Colón

  • Un libro profundiza en el papel clave de los astilleros y puertos onubenses en la época de los descubrimientos 

  • Huelva llegó a proveer más de medio centenar de barcos para América

Dos naos y una carabela navegando con viento en popa hacia Santo Domingo (reproducción a partir de la carta náutica de Andrés de Morales).

Dos naos y una carabela navegando con viento en popa hacia Santo Domingo (reproducción a partir de la carta náutica de Andrés de Morales). / Luis Miguel Coín Cuenca

Cristóbal Colón lo intentó primero en Portugal y después probó en Castilla, con su llegada a Palos de la Frontera. Trataba de poner en pie su proyecto de exploración del Atlántico en busca de las Indias y necesitaba de la experiencia de los marinos locales. No era casual: en la costa atlántica se encontraba una auténtica potencial naval repartida entre los dos reinos. Había en la zona navegantes acostumbrados a enfrentarse a mares complicados y viajes arriesgados que requerían de embarcaciones solventes para todo tipo de necesidades. Por eso el hecho de que barcos y tripulaciones de su gran empresa de 1492 fueran onubenses en su mayor parte no fue consecuencia de la estancia de Colón en La Rábida y Palos; más bien al contrario: fueron éstos los que atrajeron su atención y acabó comprobando con los Pinzón y sus paisanos la gran pericia de los marineros de la desembocadura del Tinto.

Hay ahora un libro que profundiza en todo esto. Barcos y construcción naval entre el Atlántico y el Mediterráneo en la época de los descubrimientos (siglos XV y XVI), coordinado por el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Huelva David González Cruz, está avalado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que lo edita en su colección Biblioteca de Historia. Este título reúne una docena de textos de investigadores españoles, portugueses, franceses, italianos y británicos que alumbran sobre un periodo histórico del que hay muy pocos datos acerca de la construcción de embarcaciones, a pesar del auge del comercio marítimo y de la exploración de nuevas rutas oceánicas.

El oficio en las costas portuguesas y españolas se sustentaba en una la experiencia acumulada por los carpinteros de ribera, transmitida oralmente de maestros a aprendices. Los primeros tratados navales de importancia no llegarían hasta la segunda mitad del siglo XVI, pero ya desde el XV la tecnología y la innovación continua eran una realidad en las embarcaciones de ambas coronas, con el diálogo permanente entre constructores y navegantes, afanados entonces en la apertura de nuevas rutas.

Una de las novedades del estudio es que la isla de Saltés tenía puerto activo en el siglo XV

Sólo en el término municipal de Palos de la Frontera hay constancia de la existencia en la época de al menos tres astilleros de distinta envergadura. También los había en la vecina Moguer, en Huelva, y, ahora se sabe, además, en San Juan del Puerto e incluso en la isla de Saltés, donde existía un puerto activo a finales del XV. También, un poco más lejos, en la desembocadura del Guadiana, en Ayamonte, en la linde con territorio luso. Junto a ellos, todo un entramado auxiliar que fortalecía la flota onubense.

Nao española de tres mástiles sin cofa fondeado (copia a partir de la carta mapamundi de Juan de la Cosa). Nao española de tres mástiles sin cofa fondeado (copia a partir de la carta mapamundi de Juan de la Cosa).

Nao española de tres mástiles sin cofa fondeado (copia a partir de la carta mapamundi de Juan de la Cosa). / Luis Miguel Coín Cuenca

Los autores han detallado la provisión a la Corona de al menos 46 embarcaciones de estos puertos (algunos de hasta 160 toneladas) para que tomaran parte en las expediciones hacia América, más otros once adquiridos expresamente para tal fin. Junto a ellos, profesionales de Moguer que embarcaron también para trabajar en la construcción y mantenimiento de navíos en el nuevo continente.

Materia prima

El término moguereño fue también importante por el suministro de madera de pino para los astilleros, igual que Ayamonte o Galicia, suministrador del sur. De esa materia prima salieron carabelas, sobre todo, en sus diferentes tipologías, así como naos y otras embarcaciones ligeras.

El comercio era importante con la península italiana y con el norte de Europa, sobre todo Flandes, Francia y las Islas Británicas. Esas rutas eran muy conocidas para los Pinzón, que solían llevar cargamentos de pescado y otros productos sorteando todo tipo de dificultades, incluidos el pillaje y la piratería. Fue la destreza en el mar, los conocimientos de los marinos de toda la costa onubense y sus embarcaciones, robustas, amplias, ágiles y manejables, lo que llamó la atención de Colón para abrir una etapa clave, fundamental en la navegación y los descubrimientos.

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