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La comarca del río Tinto trata de sacar partido a la actividad minera

  • Tras el cese de la actividad en el año 2001, la comarca del 'río rojo' ha desarrollado una nueva fórmula para poner en valor su historia y, a la vez, obtener recursos y empleo.

Pese al cese total de la actividad minera en 2001, la comarca del Río Tinto, inmersa en una crisis que ha obligado a la diversificación de su economía, ha sabido sacar partido a una tradición minera de más de cinco mil años. Junto a una agricultura de incipiente auge y un puñado de profesiones emergentes, ligadas en su mayoría a los servicios sociales, la población de Minas de Riotinto ha consolidado también en los últimos años todo un universo turístico en torno a la que durante siglos fue su razón de ser: la actividad minera.

Con más de 1.600 metros cuadrados de superficie expositiva y ocho espacios diferenciados en los que se incluye una fiel reproducción de una mina romana, el Museo Minero de Riotinto ha conseguido despertar el interés de los turistas, sobre todo, en los últimos años; más de 70.000 personas recorrieron esta muestra a lo largo de 2006. "Nos hemos convertido en el museo más visitado de toda la provincia de Huelva y el cuarto de toda Andalucía", explica Mayte López, responsable de comunicación y actividades turísticas de la Fundación Río Tinto.

Esta institución cultural de carácter privado sin ánimo de lucro gestiona el edificio, antiguo hospital de la empresa Río Tinto Company Limited, que explotaba la mina.

La conservación y restauración del patrimonio histórico de la comarca minera, el fomento de alternativas de empleo para el sector minero o la explotación turística de la zona son algunos de sus objetivos.

En el número 21 del antiguo barrio británico de Bella Vista, la Fundación añadió a la zona en agosto de 2005 un nuevo reclamo: la recreación etnográfica de una casa típicamente inglesa, que reproduce el estilo de vida de los ingenieros ingleses de la época. Todo el barrio, compuesto por 58 viviendas, surgió con la llegada de los técnicos británicos tras la compra de la mina en 1873, una presencia que se prolongaría en este pequeño pueblo onubense hasta 1954.

Entre el 80 y el 90 por ciento de los visitantes de la comarca se dejan caer por esta vivienda de tres plantas (con las estancias menos lujosas para el servicio) de 324 metros cuadrados en la que se puede observar el estilo de vida de los trabajadores ingleses.

La distribución de la vivienda y del barrio es un fiel reflejo de aquella sociedad británica, que trajo consigo su propia religiosidad como prueba la capilla presbiteriana e incluso sus propios deportes: tenis, polo, cricket, golf y fútbol.

Como vuelta al pasado, y aprovechando los más de 300 kilómetros de vías de tren de la comarca, 84 de ellos dedicados antaño a línea comercial, Minas de Riotinto ha rescatado una docena de estos últimos como medio de transporte para recorrer el paisaje y ponerla a disposición de los nuevos mineros del lugar: los turistas.

Siguiendo el curso del río, locomotoras y vagones del parque móvil restaurados trasladan a los visitantes por un nuevo concepto de turismo rural e histórico que, al parecer, funciona y deja recursos a los negocios y actividades emprendidas por los vecinos del lugar.

El próximo mes de enero se cumplirán tres años de la proclamación del Río Tinto como Paisaje Protegido, una figura otorgada por la Consejería de Medio Ambiente cuyos trámites se iniciaron años atrás, pero claramente agilizados tras el incendio que, en el verano de 2004, arrasó más de 27.000 hectáreas en la comarca.

Pese a que este distintivo está recogido en la legislación nacional, en Andalucía apenas había sido aplicado, por el Río Tinto se convirtió en el segundo enclave en poseerlo, tras la sevillana Ribera del Guadiamar, curiosamente afectada también por otro desastre ecológico: la rotura de la balsa de lodos de Boliden-Apirsa en Aznalcóllar.

Tras las concesión de esta figura, la Administración Autonómica anunció numerosas ayudas y actuaciones que han comenzado a visualizarse en los últimos meses. La zona de Peña del Hierro, por ejemplo, cuenta en la actualidad, gracias a estas ayudas, con numerosa señalización informativa o de senderos turísticos habilitados, así como zonas de recreo y descanso, antes inexistentes, para los visitantes, que provistos de cascos encuentran en los accesos a las galerías aún abiertas uno de los principales reclamos del lugar.

En colaboración con la Fundación Riotinto, instrumentos de la Administración Autonómica como las Escuelas Taller o los Talleres de Empleo han desarrollado actuaciones en la zona.

Destacan la recreación siguiendo el modelo original de un malacate de madera o torre de ascensor en el que los mineros accedían al interior de la mina a través de una cabina que descendía por un pozo de más de 150 metros de profundidad, hoy inundado.

La rehabilitación ya finalizada de la antigua sala de máquinas servirá, en un futuro breve, para albergar un museo que muestre toda la tecnología minera de la época.

Igual suerte correrá algunas de las casas de los mineros del lugar, con las que se quiere mostrar la forma de vida de los trabajadores de la mina. Este último forma parte aún de la lista de proyectos por desarrollar.

Fue entre 2005 y el pasado año cuando se iniciaron la mayoría de actuaciones en virtud a esta figura, como el caso de la rehabilitación paisajística de algunas laderas y taludes con pino piñonero y otra vegetación autóctona.

Estas labores, desarrolladas a través de la Empresa Pública de Gestión Medioambiental (Egmasa), dependiente de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta, sirvió para recolocar a los mineros que perdieron su actividad tras el cierre de la mina.

Un centro de visitantes, futuro centro de interpretación del Río Tinto, completa las infraestructuras de un enclave que pretende hacer del turismo su apuesta de futuro. "Queremos que no se pierda la tradición e historia minera de Minas de Riotinto y a través de estas actuaciones tenemos posibilidad de poder transmitirlo a los visitantes, está claro que este turismo puede ser una gran fuente de recursos para esta zona", explica Saúl Narbona, guía del Parque Minero.

Los conquistadores españoles encontraron en el Nuevo Mundo una ciudad de abundancia llamada Jauja. La leyenda exageró sus bondades y se hablaba de que en los ríos de Jauja no corría agua, sino vino. Ríos rojos, como el planeta Marte. Se dice que allí sólo podrían vivir organismos capaces de adaptarse a condiciones extremas.

Lo mismo ocurre en el río Tinto y éste es parte de su atractivo. Su caudal, que traviesa la Cuenca Minera recorriendo más de 90 kilómetros, es del mismo color del vino, pero es agua, en la que viven algas y bacterias únicas en el mundo, lo que atrajo la Atención de la Agencia Aeroespacial Americana. Llevan años tomando muestras en este gran laboratorio que para ellos es el río y desde que comenzaron sus estudios el mensaje fue claro: "si hay vida marciana, debe ser como la del Tinto".

Pero los técnicos de la NASA no han investigado sólo los posibles paralelismos entre los microorganismos del Tinto y la supuesta vida en Marte: hace apenas tres años estuvieron probando incluso en las aguas de Peña del Hierro, cercanas al nacimiento del río, el submarino que en un futuro podría llegar al planeta rojo.

El alto contenido en metales y la extremada acidez de sus aguas han hecho pensar durante años que el Tinto era un cauce muerto, carente de vida y necesitado de una profunda descontaminación.

Sin embargo, hace algunos años, investigadores y alumnos del Departamento de Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid se interesaron por este curioso paisaje. Hoy día se sabe que sí, que está vivo, pero cualquier forma de vida bacteriana o microscópica que se dé aquí ha tenido que adaptarse y sacar beneficio del azufre y del hierro, minerales que durante siglos fueron el sustento de miles de familias y seña de identidad de una comarca, que con el turismo es capaz de sacar recursos de una actividad minera ya agotada.

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