Provincia

Claves de la catástrofe

  • El recalentado viento del Noroeste, la baja humedad y el fuerte calor fueron los ingredientes de una combinación perfecta y fatal

Será difícil borrar de la memoria lo que pasó en Doñana a finales de junio de 2017. Y no solo de la memoria. Atravesar toda aquella zona es aún una evidencia más que palpable de las consecuencias devastadoras del incendio que estremeció a toda España. Pero no es suficiente lamentarse. De las tragedias o de los errores hay que aprender y eso lo ha tenido muy claro un grupo de científicos de la Universidad de Huelva (UHU), de la estación que el INTA tiene en El Arenosillo y del CSIC.

Pablo Hidalgo y José Antonio Adame, de la UHU y del INTA respectivamente, son de los autores de un trabajo que saldrá próximamente en Science of the Total Environment. Lo importante es tener en cuenta qué ocurrió entre los días 24 y 26 de ese mes -fueron 60 terribles horas- para aprender y que los episodios de esas características no vuelvan a ocurrir o al menos, queden minimizados.

Las llamas tuvieron el efecto de propagar elementos químicos a la atmósferaPartículas, CO y ozono llegaron hasta las Baleares pocos días después

Quienes estaban en la tarde del día 24 en cualquier punto de la provincia de Huelva, eran conscientes de que las condiciones meteorológicas no eran normales. Hacía calor como, de algún modo, es normal en unas fechas así, pero ningún profano podría suponer la excepcionalidad que se estaba viviendo. El trabajo de los investigadores lleva por título Estudio sobre las excepcionales condiciones meteorológicas, rastro de gases y registro de partículas durante el incendio forestal en el Parque Nacional de Doñana de 2017. Se trata en realidad de tres estudios en uno. El primero de ellos se detiene en esas excepcionales condiciones meteorológicas que se dieron especialmente, antes de que se provocara el incendio. Fueron excepcionales aunque los científicos ya advierten de que pueden repetirse ya que esas anomalías están vinculadas al cambio climático, que a su vez se fortalece con los incendios forestales. Tanto Hidalgo como Adame explicaron que en los momentos previos al inicio del incendio hubo tres situaciones que no hicieron otra cosa que magnificar los efectos de las llamas: Se registraron anomalías en presión atmosférica, temperatura y viento conforme a los datos que en el INTA se registran desde hace un par de décadas.

Respecto al viento, su dirección era Noroeste (NW) lo que implicaba que venía recalentado de Portugal. Pero no solo eso, sino que llegó a alcanzar rachas de 80 kilómetros por hora. Para complicar aún más las cosas, la dirección del viento se hizo variable al llegar la noche, lo que hizo muy difíciles las labores de extinción. Ese fuerte flujo de NW se explica por darse una situación anómalamente alta de presiones sobre la Península Ibérica provocada por el anticiclón de las Azores y otra de anómalas bajas presiones en el Norte de África. Eso es lo que produjo el pasillo de fuertes vientos procedente del Noroeste.

Además, como ya se ha apuntado, hizo más calor de lo normal. Esa fue la segunda característica pues se alcanzó una temperatura máxima superior en 12ºC a la media registrada por El Arenosillo en esa época del año y más en concreto en finales de junio. De hecho, el 25 de junio se alcanzó una máxima de 36ºC aunque en el corazón del fuego las temperaturas sobrepasaron los 50ºC.

El tercer ingrediente explosivo fue la humedad, que fue excepcionalmente baja provocada por ese aire recalentado del Noroeste y que la dejó en tan solo un 15%.

Ya el día 26 el anticiclón empezó a tornarse más débil, lo que llevó a que en la costa onubense los vientos empezaran a descender de intensidad así como la temperatura, mientras que la humedad inició un sentido contrario. En otras palabras: las condiciones meteorológicas empezaron a normalizarse.

Buena parte de las mediciones que han sido utilizadas por este estudio han tomado como referencia las efectuadas en el propio Arenosillo. Adame recuerda que "había serias dudas de que las llamas no hubieran afectado irremediablemente nuestros equipos de medición, pero afortunadamente nos encontramos con la sorpresa de que habían seguido funcionando". Tanto fue así que dichos equipos estaban ennegrecidos en su parte exterior, sin embargo no interrumpieron su actividad ya que se mantienen con un equipo de refrigeración que los conserva en 20ºC. Los científicos estudiaron las emisiones que provocaron el fuego: CO (monóxido de carbono), SO2 (dióxido de azufre), O3 (ozono) y NO2 (dióxido de nitrógeno) sin olvidar los aerosoles o partículas. Hidalgo recuerda que hubo un pico en el que CO y NO2 saturaron los instrumentos de medición pasándose de su umbral de 300 a 100.000. Algo parecido sucedió con el ozono, que se disparó a 900 microgramos desde su umbral, que es de 120. La tercera parte del estudio es el desplazamiento de los elementos desde el lugar en el que se originaron como consecuencia de las llamas. Es lo que se conoce como pluma, que obviamente se produjo en el siniestro de Doñana como asimismo se había producido en el de Portugal solo unos días antes y que llegó a las provincias occidentales de Andalucía.

Lo que se conoce como pluma es algo parecido a una nube que transporta elementos generados en el fuego. Depende de las condiciones meteorológicas la dirección a la que va a ir, de manera que la capital no se vio afectada por ella. Ese viento de Noroeste hizo que en primer lugar la pluma impactara en Cádiz y algo después en el área urbana de Sevilla. Serían por decirlo de alguna manera, sus dos primeras paradas, ya que el trayecto llevó hasta el Estrecho de Gibraltar para de ahí, pasar al Mediterráneo y alcanzar tres días después las Islas Baleares. Hasta allí llegaron partículas, CO -que es el que llega a niveles más elevados de la atmósfera- y ozono.

El efecto del incendio llegó a Cádiz a mediodía del día 25, si bien su impacto mayor se generó en la segunda mitad de la tarde de ese mismo día. Doce horas después de la llegada a Cádiz, la pluma fue detectada desde el observatorio de Los Bermejales de Sevilla.

La pluma, como comentó el profesor de la Facultad de Ciencias Experimentales de la UHU, "suele llevar los trazos del CO y las partículas ya que el SO2 y el NO2 se dispersan de una manera más rápida".

El estudio asimismo, incluyó datos aportados por satélites para ver el impacto del CO procedente del incendio, en la columna troposférica.

Ante todo lo dicho se podría pensar que nos encontramos ante una auténtica catástrofe en la atmósfera tal y como sucedió a ras de suelo. Las aclaraciones de los científicos dan tranquilidad, ya que lo habitual es que el aire se normalice 72 horas después del incendio aunque aún queda por estudiar el comportamiento de las partículas.

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