Procesión de regreso de la Virgen de la Encarnación

Adviento azul en la ciudad de la espera

  • Las visitas a la iglesia de Santiago y a las Hermanitas de los Pobres fueron los momentos más intensos

La Virgen de la Encarnación regresa a San Benito. / José Ángel García

El término adviento viene de adventus, que significa venida. Se utiliza para señalar las semanas previas a la Navidad. Aunque, ayer domingo, lo que venía era el palio de la Virgen de la Encarnación y su agrupación musical abriendo el cortejo. Muy despacito desde la Catedral, de la que salió temprano por la Puerta de Palos para tener tiempo de escuchar los aplausos y el repertorio de la Banda Municipal de La Puebla del Río, que vivió el regreso con los ojos fijados en el manto.

En esa pieza que la Hermandad de San Benito ha recuperado para celebrar el 25º aniversario de la coronación canónica de su titular. Leopoldo Padilla hizo este manto a finales de los 50 en color rojo, pero la junta de gobierno lo pasó a terciopelo azul añil. La espera fue azul. Filas y filas de fieles esperando la venida de esta dolorosa de Nervión. Mitigando las ganas de Martes Santo, para el que faltan poco más de 100 días ya sea al derecho o al revés.

El adviento, este fin de semana, ha sabido a cuaresma en las revirás suaves del palio de San Benito y en el abrazo fraterno con la Hermandad de la Redención. Las varas relucientes y los brazos abiertos para recibir a la Encarnación en el templo de la Virgen del Rocío, donde el gentío también la esperaba. Pero con los móviles abiertos. Hasta las trabajadoras del Hotel Palacio de Villapanés se escondían tras las cortinas para ver pasar el paso. Más llamativo era el grupo de turistas en camiseta que ocupaban el balcón central del imponente palacio y, de paso, desafiaban el frío mediodía invernal. Formaban parte de un paisaje propio de la Semana Santa. Incluso se formó una pequeña bulla al alejarse el paso camino del Muro de los Navarros y un vendedor de globos cerraba el cortejo. Más cofradiero, complicado.

La Virgen de la Encarnación, que lució una saya rosa bendecida por el arzobispo que la coronó en 1994, fray Carlos Amigo Vallejo, recibió en la calle Santiago el calor de la gente. Aplausos y vivas. La marcha Rocío como banda sonora a una chicotá de película. Los corazones encogidos y los devotos apretados entre la delantera del paso y la puerta de la iglesia. La Salve, Madre, himno del Congreso Mariano Hispanoamericano de 1929, sirvió de cierre a uno de los dos momentos más intensos que tuvo la procesión de vuelta a la calle Luis Montoto.

El otro, precisamente, fue allí. Junto a la iglesia donde van a rezarle sus devotos diariamente.El palio, que recibió una abundante lluvia de pétalos blancos y rojos al volver a la calle Santiago, aceleró el paso hacia el Muro de los Navarros y cruzó hacia su barrio bajo los sones de Virgen de las Aguas, Encarnación de la Calzada y María Santísima de la O con la mirada puesta más allá de su templo.

En la siguiente manzana, haciendo esquina con la Avenida de la Buhaira, estaban las madrinas de la coronación de la Virgen: las Hermanitas de los Pobres. En su asilo, además de ilusionados ancianos ansiosos de ver a su vecina más famosa, la Palomita de Triana, esperaba la Banda del Cristo de la Sangre, que se sumó a una procesión que pasó a la hora del café de las calles a los jardines de la residencia. Y tocaron la marcha más navideña que existe: Pasan los campanilleros. Los balcones del edificio, salpicados de residentes y trabajadores, lucían colgaduras con el escudo de la hermandad. La despedida de sus madrinas, las religiosas de la congregación, fue casi sinónimo del final de la procesión. Aunque todavía quedaban las últimas levantás.

Una de ellas bajo una pancarta con letras doradas que cruzaba la calle San Benito: PRIVILEGIADOS DE LA CALZÁ. Un sentimiento compartido por hermanos y vecinos de la corporación nervionense. que se abrazaban exultantes cuando a las 16:28 entraba la última bambalina del paso de palio de la Virgen de la Encarnación. Los preparativos, la procesión, la celebración del aniversario. Todo forma parte ya de la bonita historia de la Hermandad de San Benito, que dio a Sevilla un aperitivo cofradiero que hizo más amena la espera en días en que las Esperanzas dejan besar sus manos.

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