Tribuna

Emilio Díaz A. Berenguer

PhD

La posverdad y las mentiras políticas

La conclusión inmediata es que la hoja de ruta está trazada y la única vía para cambiar su rumbo es la participación directa de los ciudadanos en la política

La posverdad y las mentiras políticas La posverdad y las mentiras políticas

La posverdad y las mentiras políticas

Decía León Felipe que el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos y que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos. Hoy a los cuentos en política les llaman la posverdad y los ultramontanos de Trump, los hechos alternativos. El monumento de los populistas norteamericanos a la mentira en política alcanza tal desfachatez que sólo nos quedan dos salidas: o nos ponemos las pilas, o nos ponemos a temblar.

Una de las grandes aportaciones de las democracias anglosajonas fue la intolerancia ante la mentira en política, incluso con efecto retroactivo ilimitado. Pues bien, un autócrata llega al poder en el país más poderoso del mundo, como compañero de otro poderoso enemigo de la democracia, el presidente ruso, y entre ambos consiguen lo que parecía imposible hace pocos años: que China, una dictadura de la superestructura política, que no del proletariado, pueda parecernos hoy el país más sensato del mundo en materia de seguridad y en clave económica el que predica con el ejemplo que la globalización es una realidad irreversible, contra las vallas al campo que la nueva administración norteamericana quiere imponer en su país, con medidas como la desinversión de sus empresas en el exterior o la ruptura de los grandes acuerdos comerciales entre distintas áreas territoriales del mundo.

¿Unos locos o dos listos dictadorzuelos provocando, consciente e interesadamente, una catarsis explosiva y cruenta que beneficie, fundamentalmente, a los intereses de sus empresas a corto plazo? ¿El capitalismo feroz promovido por los neoliberales ha llevado a una crisis de tal envergadura y a un agotamiento como sistema que no se vislumbre un horizonte viable, de manera que la salida propuesta por los poderes financieros y económicos que respaldan a sus dos brazos armados, Trump y Putin, represente, en el fondo, el reseteo del mismo y la vuelta a empezar?

Si los poderes reales lo hubieran deseado, no lo dudemos, ni Putin seguiría mandando en Rusia, ni un outsider de la política hubiera llegado a la presidencia USA. Esta afirmación, en el caso del país norteamericano, supone que el establishment, que apoyaba a Clinton, y los poderes económico-financieros no coinciden sobre la estrategia política a seguir en un futuro que, con la llegada de Trump, ya es presente.

La conclusión inmediata es que la hoja de ruta está trazada y la única vía para cambiar su rumbo es la participación directa de los ciudadanos en la política, de manera que el vacío generado a lo largo de los periodos interelectorales no siga siendo aprovechado por determinados poderes para hacer de los programas electorales de los partidos políticos papel mojado. Sería una forma potente para apalancar la democracia en países en los que los autócratas populistas aún no han alcanzado el poder como es el nuestro. En Rusia y EEUU, la solución requiere, además, una estrategia de bisturí. Si los norteamericanos no hacen uso del impeachment, o de una salida a la Kennedy, made in siglo XXI, antes de que comience el segundo periodo del mandato trumpista, esa conclusión inmediata se convertirá en definitiva.

Aceptar la mentira, léase una lectura alternativa a los hechos objetivos, como el principal recurso intelectual de los políticos y administradores públicos de un país, supone estar escribiendo la crónica de una muerte anunciada de la democracia.

El tiempo es oro, nunca mejor dicho, para contrarrestar la involución política que ocupa la cresta de la ola en algunos de los países más poderosos del mundo proponiendo, entre todos, soluciones que apalanquen la democracia y la haga irreversible. Sin democracia, será la selva.

La transversalidad como una alianza entre ideologías democráticas, fundamentalmente liberales y socialdemócratas, es hoy imperativamente necesaria para defender los beneficios, sociales y económicos, que ningún otro sistema político es capaz de ofrecer a los ciudadanos como lo hace el democrático.

No hay tiempo que perder, hay que dejar aparcada la mediocridad y el pesebrismo que, en el fondo, también representan una mentira política de hecho, y provocan la inacción en detrimento de las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos. La sociedad civil debe tomar la iniciativa, estructurarse y organizarse para que una democracia representativa y participativa sea de facto un muro de contención a los movimientos que, en definitiva, buscan la generación de sistemas plutocráticos basados en el acceso directo a la gestión política de los propios poderes económicos.

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