Afinales de agosto pasado se subastó en la sede londinense de Sotheby's el primer cartel diseñado expresamente para promocionar el cine de los hermanos Auguste y Louis Lumière, anunciando la primera proyección de varios cortometrajes de menos de un minuto de duración cada uno, celebrada el 20 de diciembre de 1885 en el salón Indien, del Grand Café Capucines de París. Según un portavoz de la prestigiosa firma de subastas, que abrió la puja on line, el famoso póster fue diseñado por el artista francés Henri Brispor. Es curioso recordar que esos albores del cine estuvieron dominados por un cierto recelo y desconfianza. Tanto es así que los periodistas no acudieron. Transcurrida la proyección sus ecos fueron notables y la prensa advirtió muy pronto que aquel acontecimiento tendría una gran trascendencia y una enorme importancia para la cultura popular, ocupándose ampliamente en la difusión de lo que se consideraba un nuevo fenómeno de masas. El 1 y 2 de enero de 1896 más de dos mil personas pagaron un franco para ver aquellas primeras películas de los hermanos Lumière.

No puede extrañar la relación que muchos han establecido entre las primeras expresiones pictóricas del hombre, las pinturas rupestres, muestras del arte más primitivo inmortalizado en las cavernas, como un afán de representar el espacio, el tiempo y el movimiento. Los diversos lenguajes de la humanidad, la pintura, la literatura, la escultura, la poesía, la música… han tratado de perpetuar lo que no dudamos en denominar aspectos cambiantes de la realidad, como expresábamos en uno de nuestros artículos de Tiempo de Academia. Las referencias fueron bien tempranas. Ya el escritor francés Theóphile Gautier (1811-1872) destacaba en su Historia del arte dramático, que había llegado "el tiempo de los espectáculos oculares". Por otra parte Theódore de Banville (1823-1891), otro excelente poeta, soñaba con un teatro ideal donde el dramaturgo dispusiera a su capricho del espacio y el tiempo. En 1836 la publicación gala Revue de Théatre, en el entorno de unas nuevas preocupaciones estéticas, afirmaba "Hoy, que el teatro aspira a ser popular, es preciso que su aspecto exterior cambie y se hable de los sentidos para llegar poco a poco al dominio de la inteligencia".

Es, sin duda, la novela, el género narrativo, quien auspicia más directamente la cinematografía. Uno de los grandes pioneros de las nuevas tendencias del cine y sus grandes posibilidades de expresión, auténtico creador del lenguaje cinematográfico, fue David W. Griffith (1875-1948), autor de películas tan memorables comoEl nacimiento de una nación (1915) e Intolerancia (1916), dos auténticas cult movie. Confesaba que la lectura de las obras de Charles Dickens (1812-1870) le inspiraban singularmente. Así fue posteriormente cuando la narrativa se interesaba por los avatares de los nuevos tiempos, a lo que no ha sido ajena la cinematografía que intensificará sus argumentos en este mismo sentido, ahondando de una manera muy especial en la más convincente expresión de los sentimientos humanos. Pero a lo largo de estos más de ciento veinte años de vida del cine en su evolución y desarrollo, en su expresión cultural y artística han confluido aspectos diversos: estéticos, artísticos, sociales, políticos, económicos…

Tras la reiterada proyección de una realidad cotidiana que prodigaron los hermanos Lumiére y sus inevitables imitadores y que dieron lugar también a los primeros noticieros cinematográficos, y donde debemos mencionar al español Segundo de Chomón y otros pioneros de la época: Fructuoso Gelabert, Ricardo Baños, Josep Gaspar, Antonio Cuesta y entre otros el onubense Francisco Elías, que dirigió la primera película sonora El misterio de la Puerta del Sol (1929). Pero la fantasía, una de las mágicas innovaciones del cine y uno de los valores más característicos de su atractivo espectacular, irrumpió materializando los sueños y la imaginación del hombre en las imágenes de una pantalla. Su autor, auténtico demiurgo de la imagen, fue Georges Méliès (1861-1938), que iba a añadir al realismo el poder inmenso de la fantasía que habría de definir la larga estela de la cinematografía. El gran precursor de tantos prodigios magnificados por la gran pantalla, y sus compatriotas Charles Pathé, Ferdinand de Zecca, Léon Gaumont, los productores judíos centroeuropeos que desembarcaron en Estados Unidos.

Méliès fue uno de los espectadores de la primera proyección de los hermanos Lumière. Desde ese mismo instante supo ver las inmensas posibilidades del cine. El tiempo convertiría en realidad una de sus famosas frases: "Las películas tienen el poder de capturar los sueños". Sueños, fantasías, emociones, que se deben al talento, la imaginación, la inteligencia, la creatividad y las aportaciones artísticas no sólo de directores, sobrevalorados tal vez algunos, justamente reconocidos otros y quizás ingratamente olvidados, pero también guionistas, productores, actores, escenógrafos, iluminadores, fotógrafos, compositores, coreógrafos, etcétera, personalidades que han engrandecido el cine, elevándolo a la categoría de Arte o compendio de contribuciones artísticas de excepcional magnitud ética y estética, capaz de suscitar la fascinación y el éxtasis.

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