Tribuna

Gerardo Pérez Calero

Académico de número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

Dos efemérides museísticas

Cerramos un año y abrimos otro con dos importantes acontecimientos culturales de carácter museístico, cada uno a su nivel de importancia pero ambos relacionados. Nos referimos en primer lugar a la celebración en el ya pretérito 2019 del bicentenario de la creación del Museo Nacional del Prado, la primera pinacoteca española, la única de carácter nacional y una de las primeras del mundo por los riquísimos fondos que custodia. La efeméride ha sido celebrada a bombo y platillo como no podía ser de otra forma y planificada excelentemente por sus organizadores estatales. Era el 19 de noviembre de 1819 cuando abrió sus puertas el que comenzó llamándose Museo Real de Pinturas, cuyos fondos procedían de las colecciones de los reyes de España. Fue el pionero de los museos públicos que se crearon en el país, siguiendo el patrón francés del Louvre inaugurado veintiséis años antes. La idea de su creación partió de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que al finalizar la Guerra de la Independencia pretendió formar una galería de pinturas en Madrid con las obras almacenadas por las tropas galas. Para ello, solicitó a Fernando VII un local espacioso donde albergar tanto la Academia como la galería. No sería hasta 1814 cuando el monarca firmaba la Real Orden, según la cual cedía el Palacio de Buenavista a la Academia para los objetivos señalados.

Dada la falta de espacio por la envergadura del Prado y su ingente colección de arte (unas siete mil pinturas, mil esculturas, cuatro mil ochocientas estampas y ocho mil doscientos dibujos), las autoridades decidieron organizar lo que llamamos el Prado disperso; es decir, los depósitos temporales a largo plazo de obras de arte que tiene en otros museos e instituciones del Estado, con preferencia las pinacotecas provinciales, al objeto de ofrecer "la mejor visibilidad pública" de los cuadros y "garantizar su conservación". El número de ellas supera las tres mil quinientas repartidas por comunidades autónomas, siendo Andalucía -según los últimos datos- la más favorecida por estos préstamos indefinidos con casi cuatrocientas veinte obras.

La segunda efeméride a la que nos referimos en esta ocasión es la celebración en este año que comienza del centenario de la puesta en marcha de lo que sería el Museo Provincial de Huelva. A la sazón, el 7 de julio de 1920 se constituye la junta patronal, órgano directorio y ejecutor del que será el Museo de Bellas Artes, compuesta por el pintor marinista José Fernández Alvarado (Málaga, 1875-Huelva, 1935) y el ilustre académico onubense Eduardo Díaz Franco de Llanos. Poco tiempo después, se reconocía oficialmente la institución museística de la ciudad encomendando su dirección al citado artista malagueño.

La unción entre ambas instituciones viene de la mano del citado Prado disperso, que ha propiciado que la pinacoteca de Huelva se enriquezca desde 1931 con obras procedentes del gran museo madrileño. A finales del siglo pasado contaba entre sus fondos con más de una veintena de piezas catalogadas de pintura y varias esculturas todas ellas de los siglos XIX y XX como depósito del Prado, sobre todo de las que figuraban hasta el último año citado en el desaparecido Museo de Arte Moderno de la capital de España. Sería prolijo referirnos con detalle a todas ellas, pero queremos dejar constancia de los autores de las obras catalogadas en la última década del siglo XX. Entre las pinturas, debemos citar algo menos de una decena de cuadros.

Figura a la cabeza por su trayectoria internacional e influencia en los creadores españoles Carlos de Haes (1826-1898), importante pintor belga que trajo a España el hasta entonces desconocido concepto del moderno paisaje realista sobre todo de alta montaña, tal se aprecia entre otros en títulos como Los Picos de Europa, San Vicente de la Barquera, El Monasterio de Piedra y Despeñaperros. También debemos citar un paisaje de su seguidor en la Academia de San Fernando, el vigués Serafín Avendaño (1838-1916); Al borde del precipicio del murciano Alejandro Valentín Seiquer-López; un Mendigo italiano del tolosano Alejandro Irureta (1854-1912); Corderos en la nieve del leridano Jaime Morera (1855-1927); una Campesina gallega del coruñés Alfredo Souto (1862-1940); un retrato de cuerpo completo del madrileño Luis Huidobro (1870-1936); un Contraluz o encajero de Flandes del también herculino Francisco Lloréns (1874-1948); el Juicio de Paris del valenciano Salvador Tuset (1883-1951); un desnudo del barcelonés Ramón Laporta (1888-1936) y un retrato del también madrileño Pedro García Camio (1897-1963). Cuenta asimismo el Museo de Huelva con esculturas depositadas por el Prado de su rica colección de este arte plástico: una figura del madrileño José María Alcoverros y un retrato de busto del tarraconense Santiago Costa.

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