Tribuna

Sebastian rinken

Instituto de Estudios Sociales Avanzados

La disyuntiva del SPD alemán

Si prevaleciera el no a la Gran Coalición, los socialdemócratas estarían abocados a presentarse a una inevitable repetición de los comicios en plena convulsión interna y sin estrategia creíble

La disyuntiva del SPD alemán La disyuntiva del SPD alemán

La disyuntiva del SPD alemán / rosell

El pasado 21 de enero, un congreso extraordinario del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) autorizó el inicio de negociaciones formales para reeditar la Gran Coalición con los democristianos del CDU y su socio bávaro, la CSU. Dicha decisión, que se adoptó a instancias de la dirección del partido, contradice frontalmente la voluntad manifestada por ésta hasta hace escasas semanas. Los pésimos resultados cosechados en las elecciones generales de septiembre de 2017 llevaron a su candidato, Martin Schulz, a descartar tajantemente una Gran Coalición, en parte para frenar el desgaste ocasionado al SPD en su rol de socio menor de Merkel en la anterior legislatura, y también para impedir que la ultraderechista Alternativa para Alemania pasara a convertirse en primer partido de la oposición.

Sin embargo, la anhelada regeneración de los socialdemócratas se ha visto frustrada por el fracaso del plan A para formar Gobierno: las negociaciones entre CDU/CSU, Verdes, Liberales fueron abandonadas por éstos. Para evitar unas nuevas elecciones (y sin garantía de que desbloquearía la situación), el presidente de la República Federal, el socialdemócrata Steinmeyer, apeló directamente al sentido de responsabilidad de los socialistas del SPD de cara a lograr un acuerdo. Schulz aceptó el reto guiado, sin duda, por el código genético de un partido que ha destacado históricamente por su lealtad con las instituciones democráticas y, quizás también, por el temor a que, de repetirse los comicios, no seguiría siendo candidato.

Este repentino cambio de criterio, sin embargo, ha fracturado al SPD. En el congreso recientemente celebrado, casi la mitad de los delegados votó en contra de la Gran Coalición. El líder de las juventudes socialistas encabeza una beligerante campaña "NoGroKo" (es decir, No a la Grosse Koalition) encaminada sobre todo a influir en las bases, llamadas en última instancia a votar sobre el resultado de las negociaciones. Así pues, la gobernabilidad de la primera economía de Europa depende de las preferencias de los militantes de uno de los seis partidos con representación en el Parlamento alemán. No es que sean pocos (el SPD cuenta con casi 450.000 miembros), pero resulta discutible si esta fórmula de participación política es la más apropiada para tomar decisiones de tal naturaleza y envergadura.

A día de hoy, es imposible prever el resultado de esta votación, que se dilatará a lo largo de varias semanas. La batalla dialéctica entre fautores y detractores se centrará previsiblemente en las mejorías programáticas que pueda conseguir el SPD en comparación con los resultados de una ronda preliminar de negociaciones llevada a cabo con anterioridad al congreso. Concretamente, se plantean reivindicaciones relativas al sistema de atención sanitaria, los derechos de reagrupación familiar de determinados grupos de inmigrantes y la normativa en materia de despidos. Por mucho que Merkel esté motivada para desplegar sus conocidas dotes de mediación, en esta ocasión dispone de un margen de maniobra extraordinariamente escueto; varios dirigentes democristianos ya han señalado que no están por la labor de hacer grandes concesiones. Tampoco ayuda que, según las últimas encuestas, el SPD quedaría incluso por debajo del resultado de los comicios anteriores, obteniendo tan solo un 19% de los sufragios.

Con independencia de lo que decidan las bases, cabe vaticinar que el calvario del SPD no habrá terminado. Si prevaleciera el no, los socialdemócratas estarían abocados a presentarse a una inevitable repetición de los comicios en plena convulsión interna (Schulz debería dimitir) y sin estrategia creíble. Por el contrario, si ganara el sí, los escépticos marcarían estrechamente el paso a los representantes del SPD en el nuevo Ejecutivo. Cualquier iniciativa gubernamental se sopesaría en clave de su rédito para el perfil del partido y sus perspectivas electorales futuras. Hasta cierto punto, tal actitud es consustancial a la contienda política en cuanto tal, pero si se llevase hasta un punto extremo, terminaría por mermar la capacidad del nuevo Gobierno a la hora de abordar tareas urgentes como el fortalecimiento de la Eurozona o la adaptación del sistema educativo a los desafíos de las tecnologías digitales, por citar dos ejemplos.

Cabe intuir que el Sr. Schulz, si pudiera volver atrás en el tiempo, elegiría palabras menos contundentes a la hora de comentar los (de momento) peores resultados del SPD desde que se fundara la República Federal alemana.

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