Tribuna

Juan Ramón Medina Precioso

Catedrático de Genética

¿Hacia un distrito educativo único?

Se trata, en suma, de favorecer que la gente pueda estudiar donde prefiera, en vez de donde le diga el omnisciente y todopoderoso Estado

¿Hacia un distrito educativo único? ¿Hacia un distrito educativo único?

¿Hacia un distrito educativo único? / rosell

Según todos los indicios, Juan Manuel Moreno Bonilla seguirá en el puesto de presidente de Andalucía. En parte eso se deberá a los méritos de su formación política, el PP, pero también a las dificultades de la oposición para formular una alternativa atractiva y, todavía más, a la aureola moderada del propio Juan Manuel. Cosa difícil de prever, su estilo tranquilizador y dialogante, así como su capacidad de escuchar a sus interlocutores, le granjearán los votos de algunas personas que no votarían al PP. Desde ese punto de vista, ha acertado al aplicar una política de reformismo paulatino y suave. Bajo su mandato se han dejado de hacer cosas perjudiciales, ligadas al amiguismo y la corrupción, y se han hecho algunas cosas positivas, aunque tampoco demasiadas. Cabría decir que, con Juan Manuel, ha llegado a nuestra región el reformismo, ma non troppo. En términos ajedrecísticos, se diría que ha elegido la táctica del gioco piano (juego despacito). Ahora bien, no son pocos los que esperan de su segundo mandato un cierto impulso trasformador. En ese sentido, una posibilidad sería implantar el distrito único educativo municipal. Consiste simplemente en permitir que cada familia elija, en cada ciudad, en qué centro quiere matricular a sus vástagos. Naturalmente, habría que estipular algunos criterios complementarios para decidir quién tendría la preferencia en aquellos centros donde la demanda de matrículas sea superior a la oferta disponible. Pero hay suficiente experiencia para manejar esa eventualidad.

¿Cuáles serían las ventajas de esa iniciativa? La primera, y no es menor, es que apenas supone coste presupuestario. Al final habrá que asegurar plazas para el mismo número de niños que con los distritos parciales, de modo que el coste sería muy similar. Sin embargo, ampliaría la capacidad de las familias de elegir el tipo de enseñanza, sea estatal o concertada, que prefieren. Se trataría, por tanto, de una medida de corte liberal, que sería bien recibida por los votantes del PP, Vox y Ciudadanos, pero también por muchas gentes de izquierda moderada, sobre todo si pertenecen a la amplia y esforzada clase media.

Junto a ese impulso a la libertad de elección, el distrito único permitirá a las autoridades conocer cuáles son las preferencias educativas de los ciudadanos, lo que les ayudará a orientar las inversiones en aquellos centros que gocen de mayor demanda. Se trata, en suma, de favorecer que la gente pueda estudiar donde prefieran, en vez de donde les diga el omnisciente y todopoderoso Estado.

Los críticos suelen aducir que el distrito único se traduciría en ventajas para la enseñanza concertada respecto de la estatal. La respuesta es doble: a) si muchas familias prefieren la concertada, ¿por qué no satisfacer sus demandas?; b) de hecho, la elección no suele darse solo entre centros concertados y estatales, sino también entre unos centros estatales y otros. Tampoco faltará quien diga, con razón, que no todas las familias están en iguales condiciones para elegir, pero cabría preguntarles si nadie debería poder elegir porque algunos no puedan hacerlo. Eso sería caer en la tradicional trampa de agostar la libertad en aras de la máxima igualdad, una senda que ha empobrecido por sistema a las varias dictaduras colectivistas que, desde 1917, en el mundo han sido.

En resumen, la política de distrito municipal educativo único ampliaría la libertad de elección de las familias, orientaría las futuras inversiones educativas y estimularía la competencia entre los distintos centros, impulsándolos a diferenciarse unos de otros, a innovar y, en última instancia, a mejorar la calidad de la enseñanza. Claro que esta medida solo gustará a los que piensen que a la escuela se va, entre otras cosas, a aprender y que conviene apoyar todo lo que implique más libertad y mejor calidad, que no solo se logran incrementando el gasto, sino también impulsando la competencia y la diferenciación, Una medida, pues, a estudiar por el futuro equipo de Juan Manuel. La gente quiere estabilidad y moderación, pero también reformas y mejoras, porque una cosa es la prudencia y otra el inmovilismo. Convendría que el futuro consejero de Educación, sucesor del tristemente finado Imbroda, analice la conveniencia del distrito educativo único.

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