Tribuna

Benito a. de la morena

Académico de Número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

A un amigo: Reflexiones sobre Dios

Querido amigo, retomo el tema donde lo dejamos el otro día, para comentarte que yo estimo que la deformación que la Ciencia provoca en sus seguidores, genera una aparente necesidad de que "todo conlleva una causa", casi como decir que "todo tiene una explicación", y eso, en lo que a los aspectos materiales se refiere pudiera ser consecuente, pero cuando entramos en el camino olvidado del espíritu, las teorías de la física se desvanecen y nos sume en el desconcierto.

Efectivamente, pienso que la Ciencia debe servir al ser humano en aquello para lo que ha sido creada, al fin y al cabo los inventores de la ciencia somos nosotros mismos, pero intentar entrar en los caminos del espíritu infinito, con medios científicos que son finitos, parece un contrasentido. Piensa que aún no hemos sido capaces, ni tan siquiera, de desarrollar el movimiento continuo.

El escaso por ciento de cerebro útil que dicen que tienen los seres privilegiados parece ser insuficiente para comprender estos misterios y como la vanidad humana es infinita, lo más práctico parece ser suponer que todo aquello que no entendemos es incierto, y elevar al ser humano a la categoría divina, con d minúscula, y ponernos como centro del universo y únicos directores de nuestro destino terrenal, en un claro ejemplo de soberbia y deseo de poder, pues los valores materiales son el maná que los poderosos precisan para prevalecer en su ego, y los lacayos que seguimos idiotizados con sus mensajes subliminales, producimos el aliento que les sostiene, al hacer caso de sus doctrinas amañadas alabando sus falsas proclamas, sometiéndonos a sus dictámenes y, todo ello, porque necesitamos seguir a un líder, dado que tenemos la necesidad de creer en algo y en alguien. Al fin y al cabo, somos débiles y precisamos de un dios, con minúscula.

La inmensidad del universo, las razones del por qué se creó, el quién y el cómo, se escapan a nuestra capacidad de entendimiento. Nuestra mente no está preparada aún para asimilarlo, pero de nuestra curiosidad indagadora y del miedo a lo desconocido, nace la necesidad general de creer en un ser superior que nos dé consuelo, actúe de protector y dé respuestas a las preguntas anteriores. Ahí es donde creo yo que aparece la necesidad de dar forma a Dios de una manera que sea inteligible por los seres mundanos, con un mensaje sencillo aunque no sea claro, pero que el pueblo al menos lo intuya. Y así nacen las diversas religiones adaptadas a los más dispares ambientes geográficos del planeta, porque todos necesitamos de Dios.

Algunos grupos profundizan más en el tema y crean iglesias con multitud de seguidores, ¿será porque su doctrina se aproxima más a la verdad?, ¿es un simple efecto de la oportunidad del momento como grupo libertario contra el sistema de esa época?, ¿es sencillamente una necesidad de creer ligada a una reflexión espiritual? En cualquier caso, nos encontramos con que grupos diversos intentan llegar a Dios y se disputan que el suyo es el más verdadero, sin darse cuenta de que todos hablan del mismo Dios y sólo se diferencian en la ruta elegida.

Si en vez de eclipsar nuestra mente y abandonarnos al destino temporal que la vida nos otorga nos planteáramos unos valores ligeramente superiores a los que ahora preponderan, posiblemente seríamos más rigurosos y nuestro dios tendría mejores cualidades, y en ese planteamiento de superación continuada yo creo que llegaríamos al Dios con mayúscula.

Llegar a Dios requiere tiempo, formación, reflexión, meditación, amor, mucho amor y humildad y, diría yo, que también ausencia de esa fe, con minúscula, que entregamos a los poderes que nos rodean, aunque sea sólo para que podamos pensar libremente y evitar caer en la tentación de relajarnos al encontrar el dios de los otros, que no tiene que ser ese Dios nuestro al que queremos entregar la Fe, con mayúscula. Todo ello debería ser, más que una actitud de comportamiento, un principio básico de conocimiento.

Yo lo busco y creo haberlo encontrado. Y a mí me ha servido, simplemente, el dejar la vista perdida una noche en el cielo estrellado e intentar comprender la inmensidad de la creación, y cuando pensé en el ¿cómo?, creí en Dios.

En fin, querido amigo, gracias por el tiempo dedicado. Un fuerte abrazo y muchas gracias por tu atención.

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