Tribuna

Mar Leal Adorna

Profesora Titular de Derecho Eclesiástico de la Universidad de Sevilla

Los abusos a menores en la Iglesia

Los abusos a menores en la Iglesia Los abusos a menores en la Iglesia

Los abusos a menores en la Iglesia / rosell

Nadie podía vaticinar, hace unos años, que unos niños pudieran promover la renovación de una institución milenaria como la Iglesia Católica. El problema, el gran problema, es que no han sido estos niños los que la han propiciado, sino los abusos a los que fueron sometidos hace años y que han sido, en la mayor parte de los casos, ocultados y negados para mantener la visión institucional de un organismo que levanta tanta pasión como animadversión.

Recientemente se ha celebrado en Roma el encuentro sobre La protección de los menores en la Iglesia, en el que, venidos de todo el orbe, 114 presidentes de las Conferencias Episcopales han participado para "escuchar el grito de los pequeños que piden justicia".

Mucho se ha debatido en estas jornadas, tal y como ha quedado plasmado en el discurso final del Romano Pontífice, pero aún más queda por hacer. Ocho han sido los puntos que la Iglesia se ha fijado para alcanzar en su itinerario legislativo, los cuales ponen de manifiesto los objetivos que se han de trasladar a la práctica: 1. Protección de menores. 2. Seriedad impecable. 3. Verdadera purificación. 4. Formación de los candidatos al sacerdocio. 5. Refuerzo y verificación de las directrices de las Conferencias Episcopales. 6. Acompañamiento a las personas abusadas. 7. Especial atención a los abusos cometidos a través de los medios digitales. 8. Combate del turismo sexual.

Hay quien esperaba mucho más de este pronunciamiento. Hay quien anhelaba medidas concretas. Éstas son las que ahora se han de tomar, a través del trabajo que, el mismo día que finalizaba la reunión inició el Comité Organizador.

Tendremos otras ocasiones para comentar las decisiones que se tomen a este respecto, pero no podemos dejar pasar esta oportunidad para referirnos a una de ellas, la que aparece bajo el epígrafe "seriedad impecable". En ella se sostiene, haciendo referencia al Discurso a la Curia Romana -el 21 de diciembre de 2018- que "la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes". Matizaciones merece esta afirmación.

Se ha de tener presente que dos son los procedimientos que, en nuestro país, se pueden iniciar cuando un clérigo comente abusos sexuales a menores: por una parte, el procedimiento penal canónico que, como máxima pena, conllevará la pérdida del estado clerical (c. 1395.2º) y de otra, el procedimiento penal estatal. En relación con este último hay que suavizar las palabras pronunciadas por el Santo Padre ya que aquí es el Estado el competente a la hora de establecer las normas de este procedimiento.

En el ordenamiento jurídico español, en el ámbito judicial estatal, existen dos posibilidades: 1. Abusos a menores que se conocen cuando todavía lo son, en cuyo caso, conforme al art. 13 de la Ley de Protección Jurídica del Menor, existirá obligación de denunciar este hecho a las autoridades (apartado 1º) y, aún cuando hayan cesado aquéllos, se habrán de comunicar al Ministerio Fiscal (apartado 4º) para el inicio del procedimiento penal; y 2. Abusos a menores cuya denuncia se produce cuando se ha cumplido la mayoría de edad (la gran parte de los casos perpetrados por clérigos o religiosos) En estos supuestos, las agresiones, el acoso o los abusos sexuales se consideran un delito semipúblico en el que la iniciativa de la denuncia corresponde únicamente al perjudicado, al menor abusado (art. 191 Código Penal), de modo que, el conocedor de los hechos (representante de la Iglesia en nuestro caso) que desee ponerlos en conocimiento de la justicia lo tendrá prohibido por normas estatales.

Hay que hacer visible la imposibilidad de denuncia por parte de la Iglesia, en España, de los abusos que han propiciado el encuentro del último fin de semana de febrero. Aunque la pretensión sea loable, es inviable. Por ello, se ha de alentar a las víctimas y a sus familiares, tal y como se hace en la mayor parte de los protocolos elaborados en el ámbito de las conferencias episcopales, a denunciar ante la institución eclesial. Del mismo modo, se ha de motivar a las primeras para que lo hagan ante los tribunales de Justicia ordinarios porque son los que, realmente, van a poder condenar a los culpables a penas de cárcel y a resarcirles de los daños (no sólo de los morales) que aprovechando su situación de inferioridad le fueron producidos, algo en lo que la Iglesia no tiene competencia.

Finalizamos con unas palabras del papa Francisco que fueron pronunciadas en el discurso final y que muestran, además del proceso de renovación de la institución de la que es Pastor supremo, un sentir general en la sociedad civil, en la eclesial: "La universalidad de esta plaga, a la vez que confirma su gravedad en nuestras sociedades, no disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia".

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