Tribuna

Luis Aparicio Díaz

Abogado

Sociedad sin familia

Vale la pena recordar con Concepción Arenal que sin familia la sociedad sería, "primero un lupanar, después un cementerio y, por fin un desierto"

Sociedad sin familia Sociedad sin familia

Sociedad sin familia / rosell

Dice el diccionario de la RAE que por feminismo pueden entenderse dos cosas: principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre; y también el movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo, esto es, la realización efectiva del principio de igualdad de derechos de hombre y mujer. Cuesta trabajo pensar que hoy haya quien pueda no ser en este sentido feminista.

El título de este artículo y su contenido traen a colación el pensamiento de quien probablemente sea la primera feminista de este país: Concepción Arenal. Una autora que, curiosamente, parece que se ha leído y estudiado con una especie de anteojeras intelectuales que permitiría excluir aquello que no resultara políticamente correcto. Sobre todo porque Arenal se refiere a la familia formada por un hombre, una mujer y sus hijos.

Tiene Concepción Arenal una carta dentro de La cuestión social titulada De la familia. El género humano no puede existir sin ella, en la que parte de considerar que "el hombre es un animal cuya especie se extingue si no forma familia". Destacando, al respecto, dos cuestiones esenciales: la infancia prolongada del ser humano y su necesidad de protección; y la relativa mayor debilidad (física) de la mujer respecto del varón, que exigen del hombre el apoyo, el auxilio y la defensa de su mujer para la salvaguardia de sus hijos. Dos puntos que podrían ser objeto hoy de escarnio público y causa hasta de anatema.

Sigue la visitadora de cárceles afirmando, incluso, que "la familia es una condición de existencia para el hombre". Y, en tal sentido, entiende que el hombre y la mujer necesitan "vivir en familia, imponerse grandes penalidades por largo tiempo para que su prole no perezca, o lo que es lo mismo, amar y sacrificarse; es decir, que la abnegación y el amor son necesarios en toda circunstancia, en cualquier estado, y que la elevación que supone es la indispensable compañera del hombre, aun reducido a la mayor indignidad, y considerado únicamente como un animal que perpetúa su raza. Si la especie humana existe, es porque ha habido en ella familia, amor, espíritu de sacrificio. Familia, amor, espíritu de sacrificio…" conceptos que resultan hoy casi proscritos en el espacio público.

Por otra parte, dice también Concepción Arenal algo que seguramente en el siglo XIX debió sonar muy peregrino, pero que hoy parece algo evidente. Y es que "suprimida la familia, la ley del amor será el gusto, y la belleza física recibirá únicamente homenajes, culto y ofrendas". El amor regido por la ley del gusto. La belleza física recibiendo culto y ofrendas…

Al final de la carta, Concepción Arenal refiere que "sin familia, con la general y extrema licencia de costumbres, el número de nacimientos sería muy escaso, y la tierra se despoblaría, porque el vicio ya se sabe que no es fecundo". Ahí están los catastróficos resultados que anualmente nos traslada el CIS sobre natalidad y crecimiento vegetativo en España. O también cuando escuchamos los ecos de la existencia de esa España vacía de pueblos y grandes extensiones de territorio que se despueblan sin remedio. Evidentemente por razones no sólo relacionadas con la familia… ¿o quizá también?

También refiere Concepción Arenal que "rotos los lazos de la familia y el freno de la religión y de la moral, la corrupción alcanzaría proporciones nunca vistas, y la despoblación en igual medida". Corrupción y despoblación cuya existencia a nadie escandaliza hoy. Aunque sí puede escandalizar que este resultado se anude a la ruptura de los lazos de familia y los frenos de la religión y la moral. Términos estos últimos tan vilipendiados y menospreciados que a unos les sonroja de vergüenza y a otros les escandaliza cuando surgen en el ámbito público.

Termina esta excelsa autora concluyendo que "el progreso de la industria y de las artes, si hay retroceso en la moral, es un cáncer en la vida de las naciones, que las arruina, las despuebla, las mata". A veces, ciertamente, parece que nuestra sociedad padece este cáncer y que cunde el desánimo. Pero la buena noticia es que, gracias a los avances de la medicina, ese cáncer no tiene metástasis y además no es incurable. Pero vale la pena recordar con Arenal que sin familia la sociedad sería, "primero un lupanar, después un cementerio y, por fin, un desierto".

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