Tribuna

José Antonio Vieira Roldán

Patrimonio urbano

Desde que empezó este siglo XXI que nos alumbra, el patrimonio de las hermandades se ha visto incrementado no sólo en cantidad, sino en calidad. Estamos viviendo, en este sentido, una época dorada. Tan es así, que raro es el año que no se nos anuncia el estreno de alguna pieza de envergadura, la cual enriquece no sólo el patrimonio de la Hermandad que estrena, sino el de toda la Semana Santa. En nuestros días, se nos llena la boca hablando de patrimonio y cuando nos ponemos en modo purista, siempre sale a relucir la frase de que el mayor patrimonio que tiene una hermandad es el formado por sus hermanos.

También es cierto que se le está dando una gran importancia a ese otro patrimonio, que no reluce como una obra artística de oro fino, pero que es importantísimo en la vida de una hermandad. Me refiero al patrimonio documental. Hoy en nuestras hermandades es imprescindible la figura del archivero. Actualmente se cuida y se incrementa nuestro patrimonio musical, al menos el procesional, y así podríamos seguir hasta el infinito y más allá. Pero estas líneas quieren destacar ese otro patrimonio que parece, en muchos casos, ajeno a la propia vida de la hermandad. Es, ese patrimonio en forma de calles y plazas que configuran, no sólo el itinerario de nuestras cofradías, sino que conforman el entorno donde una hermandad, a lo largo del año, se desenvuelve.

Este patrimonio, que podríamos llamar urbano, es muy curioso en la vida de las hermandades, pues éstas, por un lado, son capaces de descuidarlo y por otro, de defenderlo hasta el extremo, sobre todo cuando se trata de su itinerario procesional. Siempre he creído que al igual que las hermandades deben dar a conocer a todos sus hermanos su historia, deben también de fomentar el conocimiento, tanto histórico como social, del lugar donde durante el año desarrollan su día a día. Conocer el barrio, las calles, la feligresía donde una hermandad radica es importantísimo para crear conciencia de pertenencia a una hermandad. Tener una conciencia de pertenencia a un barrio, no es tener esa visión romántica y chovinista alejada de la realidad. El patrimonio urbano de una hermandad define, en muchas ocasiones, su idiosincrasia.

Este patrimonio es vivo, puesto que las ciudades siguen su curso vital, al margen de las hermandades y sabemos que hay calles que una cofradía, tradicionalmente, ha hecho parte de su itinerario, pero eso no quiere decir que sea de su propiedad. A veces nos encendemos cuando una hermandad cambia ese itinerario por donde siempre ha procesionado, pero al igual que la ciudad, la realidad urbana de una hermandad cambia y por ello los itinerarios, siempre que respondan a criterios serios, también están sujetos a posibles cambios. La inclusión de nuevas calles en la realidad de una hermandad es una forma de incrementar su patrimonio urbano. En estos casos, las cofradías se hacen más ricas. Al igual que el entorno urbano debe de ser conocido por las hermandades, éstas tienen que estar abiertas a grandes cambios. La Huelva de ahora no tiene nada que ver con la de hace algunas décadas. Las hermandades, sin olvidar su pasado urbano, deben ser cómplices de la vida de la ciudad y aceptar las nuevas realidades urbanísticas y los nuevos entornos.

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