Tribuna

José Vilaplana Blasco

Obispo de Huelva

'Juventud y Misión'

'Juventud y Misión' 'Juventud y Misión'

'Juventud y Misión'

Queridos hermanos y hermanas: El Señor, antes de subir al cielo, manda a sus discípulos que sean testigos de Él "hasta el confín de la tierra" (Hch 1, 8), La Iglesia es, pues, misionera por definición, porque de lo contrario estaría haciendo oídos sordos a este mandato de Jesús. Este mandato continúa siendo una llamada constante para todos nosotros. ¿Qué respuesta damos?

El domund, y todo el mes de octubre, son una ocasión para la oración ferviente por las misiones y los misioneros; para la comunión de oraciones y de bienes; para abrir nuestros corazones católicos, universales.

1. La misión y los corazones jóvenes.

Los relatos de las Sagradas Escrituras sobre la vocación están llenos de pasajes en los que los jóvenes son llamados para cumplir una misión. Hay resistencias y miedos, pero siempre aparecen las palabras de ánimo del Señor: "No digas que eres un niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene" (Jer 1, 7).

¡Cuántos jóvenes en la Iglesia han sentido y sienten esta llamada a la misión! Recordemos a San Francisco Javier, a San Pedro Claver, a San Damián de Molokai, y a otros que hemos conocido o conocemos personalmente. Son un ejemplo para todos nosotros.

Un corazón joven, como el de estos amigos de Dios, y como el de tantos otros que han respondido a la llamada misionera, es una garantía de que el Señor sigue estando con nosotros. Es también una invitación a rejuvenecer el corazón de todos los miembros de la Iglesia, igual que lo es el actual Sínodo que a los jóvenes se está dedicando. Ese corazón nuevo que pedimos en el Salmo Miserere, es el que es capaz de ser testigo, de ser misionero del amor de Dios. Por eso, la Iglesia, tú y yo, pedimos ese corazón de carne (Cf. Ez 36, 26). Sólo así podremos estar atentos a las necesidades del prójimo, sólo así podremos compadecernos de toda miseria humana, sólo así podremos llevar a Jesús hasta el confín de la Tierra.

2. La misión es don para los demás.

¡Cuántos hermanos nuestros esperan que se les anuncie a Jesucristo! Ese anuncio es el que la Iglesia hace a través de las misiones y de los misioneros. Y en esta misión muchos jóvenes, aunque sea de forma temporal, hallan una expresión de su inquietud: campamentos misioneros, estancias vacacionales con misioneros, campos de trabajo, convivencias... Es un intento de respuesta de estos hermanos jóvenes al deseo de Dios "que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (I Tm 2, 4).

El domund trae esta llamada a la conciencia misionera de la comunidad eclesial: ¿qué haces por tu hermano que todavía no conoce a Jesucristo? Y todas las realidades de la Iglesia en misión se ponen ante nuestros corazones, y la Iglesia se reconoce en su catolicidad al saber de las comunidades de África, de Asia, de América..., de allí donde Dios está siendo dado a conocer con palabras y con obras. Esas obras las hace el Señor a través de su Cuerpo místico, la Iglesia, que las sostiene, que las mantiene, que encauza la generosidad de tantos miembros que sufren y gozan con los hermanos que esperan que se les hable de Dios, que se les manifieste el amor de Dios.

3. ¿Cómo rejuvenecer la misión?

Como os decía antes, rejuveneciendo el corazón. Un corazón rejuvenecido, un corazón joven es un corazón generoso. Y es generoso cuando se desprende del "yo" y se llena del "nosotros", cuando se llena de Jesús. Necesitamos rejuvenecer la misión de la Iglesia, el anuncio de Jesucristo Muerto y Resucitado y del amor primero de Dios.

En esa misión hay miembros de la Iglesia, hombres y mujeres, sacerdotes, religiosos y laicos, que trabajan en primera línea. Y detrás estamos todos los demás, que nos desprendemos de nuestro "yo", de nuestro tiempo, de nuestros bienes, de nuestras cosas... para apoyar lo que es la misión de todos en tierras lejanas o no tan lejanas. En este sentido agradezco la generosidad de los diocesanos con el domund, y vuelvo a solicitar vuestra colaboración económica para el sostenimiento de sus proyectos.

Detrás de los proyectos misioneros del domund está también nuestro descubrimiento del "nosotros", que nos hace expandir nuestro corazones hacia los hermanos a los que se les está anunciado la Buena Nueva y hacia los misioneros que están materializando ese anuncio con palabras y obras. Allí llega nuestra oración, la oración del Pueblo de Dios: la oración litúrgica, la oración comunitaria, la oración personal, también los sacrificios y privaciones voluntarias, sencillas y pobres, que quieren enriquecer desde el corazón de la Iglesia a sus comunidades jóvenes.

Que la Reina de las Misiones, María, nuestra Madre santísima, nos ayude a rejuvenecer nuestros corazones, para que nunca falte el anuncio del amor de su Hijo hasta el confín de la tierra.

Con mi afecto y bendición.

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