Tribuna

miryam rodríguez-izquierdo serrano

Profesora de Derecho Constitucional

Italia, la nación diversa

Italia, como nación, es tan joven como rebelde se manifiesta el pueblo que la sustenta a su encasillamiento en identidades genéricas

Italia, la nación diversa Italia, la nación diversa

Italia, la nación diversa / rosell

La pasada primavera, el florentino Palazzo Strozzi acogía una exposición que, bajo el título El nacimiento de una nación, reflejaba la impronta de un singular periodo de efervescencia económica, social, política y cultural de la Italia contemporánea, recorriéndolo a través del legado de artistas como Renato Guttuso, Lucio Fontana o Mario Schifano. La muestra contaba cómo, entre 1948 y 1968, determinadas expresiones artísticas vislumbraron la gestación simbólica de un nuevo sentido de pertenencia e identidad italiana, quizás una aspiración, prefigurando una imagen moderna de la península itálica y sus islas como unidad nacional. La primera fecha, 1948, aludía a la entrada en vigor de la Constitución republicana, tras un referéndum que relegó al olvido esa fabricación decimonónica, a todos los efectos fallida, de una Italia monárquica. La segunda se refería a las revueltas juveniles del 68, que no solo fue francés y que en Italia provocaría una serie de fracturas ideológicas, en especial en los movimientos de izquierdas, sobre todo tras el crudo enfrentamiento de estudiantes y policía en la Batalla de Valle Giulia en Roma.

El itinerario de la exposición era una experiencia tan sugerente como contradictoria. Para empezar, al entrar resultaba casi irreal cambiar de manera tan brusca la imponente estética renacentista de la ciudad de los Medicis, sus líneas armónicas y sus lustrosos mármoles, por esa secuencia narrativa compuesta por obras de corte abstracto, arte informal, concebidas en función de códigos conceptuales, lenguajes monocromáticos, empleo de materiales pobres y yuxtaposiciones de texturas, que en algunas salas se alternaban con representaciones figurativas afines a la cultura pop importada desde Norteamérica. El conjunto transmitía un sentido de contestación y denuncia que hablaba sin sutilezas de una conciencia colectiva singular. Pero, en contraste, la muestra también hacía evidente que esa singular conciencia se presentaba en su tiempo no sólo como algo inédito, sino también de percepción minoritaria.

Se constataba, así, lo ya sabido sobre aquel país, sobre su historia, y lo intuido sobre su actualidad. En la época decimonónica, en la que se gestaron otros nacionalismos europeos, el italiano nunca pasó de ser una fantasía fracasada. Italia, como nación, es tan joven como rebelde se manifiesta el pueblo que la sustenta a su encasillamiento en identidades genéricas. Más allá de cuestiones puntuales, entre las que por supuesto está el Calcio, aquel no es país para hermanamientos. Italia es una nación diversa. Es diversa en la literalidad de la palabra, en español, puesto que se compone de una pluralidad de territorios y culturas a las que la adopción de una lengua común y la formación de una unidad estatal no han hecho perder presencia. Y es diversa en la literalidad de la misma palabra italiana, en la que diverso significa diferente.

De la peculiaridad del factor nacional en aquel país da cuenta la evolución política y electoral de la Liga Norte: un partido que se crea para reclamar la independencia de los territorios denominados padanos, en torno al Po, pero que al poco entra en el gobierno central de la mano de Berlusconi se convierte en una formación territorial que amplía su ámbito de influencia a través de la unión con otras hasta que, finalmente, llega a ser triunfadora parcial de las últimas elecciones. Entonces, sin mayores cuestionamientos, la Liga de ligas vuelve a coaligarse para formar gobierno, pero esta vez con un movimiento político anti política, el MS5, victorioso en la otra parte, todo el sur más las grandes islas, y que es, menos en la contestación, su total opuesto.

Así, negándola, es como recrea el actual Ejecutivo esa idea inaprensible de nación. Así es como emerge un "Italia para los italianos" que, más bien siguiendo el "América primero" de Trump, Salvini proclama sin complejos. Y lo hace, en la paradoja de las identidades, con el aplauso de esa mayoría nacional impostada, pero ante la heroica oposición de algunas alcaldías al sur del Po, como la que declaraba abierto, pesara a quien pesara, el glorioso puerto de Nápoles. ¿Cuál de estas personalidades es la que mejor encarna a Italia como nación? Se diría que ninguna o que ambas. La primera actúa frente a los dictados de Europa y la segunda frente a los del gobierno de Roma, pero las dos no hacen cosa distinta que emular a Cosimo Piovasco di Rondò, el barón rampante de Italo Calvino, cuando, rechazando el plato de caracoles que pretendían obligarle a comer, dijo que no quería y que no quería, se subió al árbol más cercano, prometió que nunca bajaría… y jamás bajó.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios