Tribuna

Benito A. de la Morrena

Académico de Número de la Academia Iberoamericana de la Rábida

¿Quiénes somos?

Quiénes somos? Decía Carl Sagan en su libro Cosmos, "mientras descubrimos que vivimos en un Planeta insignificante de una estrella ordinaria perdida en las afueras de una galaxia que es un miembro de un cúmulo poco poblado de más galaxias, arrinconado en algún punto perdido del Universo" …

¿Se darán cuenta de ello nuestros líderes de papel? ¿Somos capaces de percibirlo nosotros? ¿Lo aplicamos para dar sentido a nuestra existencia?

… y por ahí arriba, más allá de la bóveda celeste, existe una agrupación de objetos estelares con forma de disco que gira sobre sí mismo, hinchado en su centro y con bordes deshilachados en brazos espirales; de unos cien mil años luz de diámetro, con un espesor de diez mil años luz en su centro y una anchura media de mil doscientos años luz… siendo un año luz la longitud que recorre la luz en un año, a una velocidad de trescientos mil kilómetros por segundo…

Si, se trata, evidentemente, de esa enorme espiral que alberga a unos cuatrocientos mil millones de objetos estelares de todo tipo: nubes de gas en proceso de colapso, sistemas Planetarios condensándose, estrellas supergigantes azules luminosas calientes y jóvenes, estrellas amarillas estables de mediana edad, gigantes rojas ancianas y moribundas, enanas blancas en fase de extinción, nebulosas Planetarias, novas, supernovas, estrellas de neutrones y agujeros negros… dentro de un Universo que pretende extender la física más allá del Big Bang, usando las ecuaciones matemáticas y las técnicas computacionales de la gravedad cuántica de bucle, poniendo en duda aspectos de la teoría de Einstein, y volviendo a plantear si somos un universo de segunda, cuarta o infinita generación, dando valor a la teoría del Big Bounce (el Gran rebote), modelo científico relacionado con la formación del Universo conocido, según el cual el Big Bang fue el resultado del colapso de un universo anterior.

Complejo, todo muy complejo, tanto, que me atrevería a suponer que jugamos con una imaginación muy atrevida, capaz de suponer que el universo es infinito, que se ha colapsado y generado también infinidad de veces… y todo ello pretendemos justificarlo mediante unas teorías físicas que ni tan siquiera somos capaces de comprender... Hipótesis, meras hipótesis que nuestra vanidad pretende convertir en tesis... no aceptando la realidad de que tan sólo somos unos primates, en una escala evolutiva algo más avanzada, pero que aún no ha sido capaz de optimizar su cerebro con la plenitud para el cual ha sido dotado.

… y mientras tanto, aquí, en el Planeta Tierra, ese simple grano de arena en el inmenso escenario universal, los humanos no somos capaces de reflexionar sobre el sentido que damos a nuestra existencia, y seguimos inmersos en una espiral de odio y deseo de sumisión, con líderes visionarios y salvadores que pugnan por defender los derechos de una sociedad que se está construyendo con los cimientos de una ambición económica y de poder, basada en el credo de un consumismo mediatizado que, impuesto subliminalmente, ha ido sustituyendo a los valores naturales del respeto a la libertad propia y ajena, de la moral que se apoya en el simple cariño dimanado del amor, de la riqueza de espíritu que debe caber en el corazón y la mente de agnósticos y creyentes, e incluso, hasta casi llegar a conseguir la abstracción del significado más sublime de la palabra Humanidad, que debería enaltecer el concepto de ser humano en vez de vilipendiarlo.

Un comportamiento irracional, desmesurado y sin sentido, sin aparente explicación, pero a la que tal vez supo aproximarse Johannes Kepler cuando en su obra La armonía cósmica, escribió: "Aquella facultad de captar y reconocer las nobles proporciones de las cosas sensibles y las que se nos escapan más allá de las cosas sabidas, hay que atribuirlas a los dominios del alma".

Un alma que, al igual que el sentido del espíritu, es generalmente rechazada por las generaciones actuales imbuidas al culto casi exclusivo por lo material y el oprobio del placer, quizás porque no les hemos enseñado a contemplar la riqueza de una noche estrellada y preguntarse por el motivo de su existencia o el origen de la Creación.

Por ello y a título de reflexión, tal vez nos pueda servir el recordatorio que, con motivo de su discurso al XII Congreso Internacional de Filosofía en el año 1960, el bondadoso papa Juan XXIII nos hacía de una cita de Santo Tomás: "El nombre del sabio sólo se reserva a aquel cuyo pensamiento versa acerca del Universo, es decir, acerca de la verdad".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios