Tribuna

Javier gonzález-cotta

Escritor

Asturias, tizne y carbón

Asturias, tizne y carbón Asturias, tizne y carbón

Asturias, tizne y carbón / rosell

Igual que el carbón, la memoria también tiene sus yacimientos de recuerdo que el tiempo perfora a su manera. En la antigua EGB empezamos a conocer el mapa físico de España. Las otrora regiones españolas aparecían coloreadas con tonos suaves o desvaídos (ocre, verde agua, lilas suaves, rosa palo, celeste). La separación entre Castilla La Nueva y Castilla La Vieja no ofrecía ningún drama, más allá de los distintos tonos de color.

Por eso, ahora, volver sobre los paisajes mineros de Asturias, reconocer la toponimia de sus cuencas, comarcas y concejos nos devuelven a las clases de Geografía de antaño: cuencas del Nalón y del Caudal, valle del Turón, entorno humoso de Mieres, pozos de Sotón, Fondón, San Nicolás, María Luisa, Santiago…

La minería asturiana, sin olvido de la leonesa, nos obligó a aprendernos muchos de estos nombres. A menudo los seguimos asociando al pasado trágico. El 31 de agosto de 1995, mientras muchos pozos echaban el cierre ante la imparable decadencia, 14 mineros murieron en el Pozo San Nicolás por un escape de grisú.

Si volvemos a reparar en la geografía del carbón en Asturias, es debido a la crisis energética, causada por la guerra de Ucrania y el suministro de gas proveniente de la Rusia de Putin. Ante la crisis, se ha hablado ahora de si la generación de electricidad mediante térmicas podría ser posible de nuevo en Asturias, donde el paisaje industrial minero se halla prácticamente desmantelado (la térmica La Pereda sigue recibiendo de forma testimonial carbón explotado en el Pozo San Nicolás).

El 1 de enero de 2019 (en la era a.d.C. o antes del Coronavirus), casi todos los yacimientos tuvieron que cerrar por orden de Bruselas bajo amenaza de devolver 500 millones de ayudas. En Alemania, que ahora se replantea regresar al carbón y al uso provisional de las nucleares, se produjo en su día un funeral de estado ante el cierre de la última mina de hulla en Renania del Norte-Westfalia. La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, dijo por entonces que "el carbón no tiene futuro y las centrales térmicas no tienen sentido". Se estableció un calendario para la extinción: las térmicas serían eliminadas en 2025. Curiosamente, resultaba mucho más barato importar carbón de fuera, como ya se hacía en 2019 desde Colombia o… ¡Rusia!

Evocar en el tiempo lo que ha sido y es hoy la minería asturiana trae consigo una ardua conciliación entre el tajo abierto en el paisaje, la sociología de la dura vida arraigada al terruño y la aceptación forzosa del fin de una forma de ser. Antaño, en el XIX, vinieron las primeras compañías inglesas y belgas de explotación. Después llegaron los tiempos protectores de Hullera Española bajo el muy católico, ultraconservador, filántropo y esclavista legal Claudio López Bru, el II Marqués de Comillas. Más tarde fueron las décadas de esplendor entre guerras hasta los años 50 y 60 por parte de la compañía Duro-La Felguera, hasta la creación, a partir 1967, del Grupo Hunosa.

Los 5.000 kilómetros de galerías que horadan la entraña asturiana podrían destinarse a nuevos y ecológicos usos: gran almacén Big Data, cultivos de invernadero experimentales I+D, etc. Hunosa, en su giro hacia las renovables, lleva desmantelando sus pozos desde hace años, reconvirtiéndolos algunos de ellos en archivos históricos y de interés para el turismo.

El Pozo Sotón, por ejemplo, invita ahora al turista aventurero a una inmersión de 600 metros bajo tierra para que pueda vivir la experiencia minera. El industrial entorno ofrece espacios para eventos culturales y cuenta con visitas al Centro de Experiencias y Memoria de la Minería (CEMM). Por su parte, en el Pozo Fondón en Sama de Langreo, está abierto su Archivo Histórico, donde se encuentran legajos antiguos y curiosidades varias, como biblias de las que se repartían entre los mineros en tiempos del inefable marqués de Comillas.

Los clásicos castilletes presiden el Pozo Fondón. Puede visitarse la planoteca, en la vieja sala de máquinas, con mapas de geólogos y topógrafos y planos del XIX. La casa de aseos de 1920, en remodelación, muestra su legado como arquitectura industrial. Y en la fragua, donde se trabajaba el hierro para utillaje y equipamiento, se exponen objetos diversos como cascos, genéfonos de transmisión, perchas mineras o lámparas.

El grisú y las chispas de electricidad suponían la muerte para un minero. Hubo un tiempo, para escándalo hoy de los animalistas, en el que se usaron jaulas con canarios para detectar el peligro. En mitad del entorno, el visitante se topará también con un azulejo, hecho en Triana, con la imagen de la patrona Santa Bárbara. En el Pozo Sotón, la añoranza se convierte en una especie de tizne agradable.

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