Una vacuna que debe ser para todos

Seguro que se encuentran fórmulas para conjugar el legítimo deseo de beneficios de las empresas que han desarrollado la vacuna y el bien común de la humanidad

Tras meses de datos catastróficos por la pandemia del coronavirus, el mundo recibió ayer una buena noticia cuando la farmacéutica estadounidense Pfizer y la firma alemana BioNTech anunciaron que su vacuna contra el Covid-19 es eficaz en un 90%, por encima de lo requerido por los reguladores estadounidenses, por lo que su puesta a disposición del público podría suceder antes de final de este año. Prueba de la euforia surgida a raíz de la noticia es que las bolsas subieron con fuerza. En concreto, el Íbex 35 se disparó un 8,57%. Sin embargo, como siempre ocurre en los descubrimientos científicos, hay que guardar cautela dentro del optimismo. La ansiada vacuna, que no deja de ser un logro de un programa impulsado por Donald Trump para desarrollar en tiempo récord un remedio al coronavirus en el sector privado, el llamado Warp Speed (velocidad de la luz), todavía tardará meses en llegar a todos los países del mundo. Pfizer y BioNTech continúan acumulando datos sobre la seguridad y eficacia de la misma y esperan producir 50 millones de dosis este año y 1.300 millones en 2021. Por lo tanto, mientras se termina de producir este medicamento a gran escala es muy importante que los países no bajen la guardia y sigan con las medidas que, por ahora, son las únicas que pueden protegernos de un virus que ha puesto el mundo patas arriba. Medidas como la separación social o el uso de mascarillas e hidrogel seguirán siendo necesarias durante mucho tiempo. Relajar ahora la guardia sería un completo suicidio. Asimismo, la comunidad internacional debe asegurar que la vacuna no será un privilegio de unos pocos y que llegará a los países y los colectivos más necesitados. Si algo ha dejado claro esta pandemia son los peligros de la globalización. Dejar bolsas de personas o naciones sin vacunar sería un continuo peligro para el resto del planeta. Es lógico y legítimo que una empresa privada que ha arriesgado su capital pretenda ahora rentabilizar la inversión, pero seguro que se pueden encontrar fórmulas para conjugar el beneficio de los empresarios y el bien común de la humanidad.

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