El profundo malestar del campo español

La manifestación del pasado domingo es una primera muestra del enfado de las zonas rurales por los ninguneos a su vida tradicional

La manifestación del pasado domingo en Madrid "a favor del mundo rural" ha puesto de manifiesto, una vez más, el profundo malestar que se está fraguando en el agro español y andaluz. Este enfado, por ejemplo, ha tenido un peso decisivo en la irrupción en las pasadas elecciones autonómicas de Vox, partido que ha sido el primero en no sólo detectar el enfado de un territorio que supone el 80% del total de la superficie nacional, sino también en comprender sus motivos. Y es que las quejas del agro, muchas veces, pasan más por el ninguneo (cuando no la abierta agresión) a su forma y estilo de vida tradicional que a las razones puramente económicas. Es cierto que las zonas rurales son a veces las grandes olvidadas en las principales inversiones del Estado y que el nivel de servicios es sensiblemente menor que el de las ciudades, pero esto es, hasta cierto punto, lógico e inevitable por una mera cuestión de racionalidad económica y administrativa. Además, sería muy injusto no valorar el inmenso esfuerzo que se ha hecho desde la Unión Europea para que el campo tenga un presente y un futuro. En las últimas décadas se han dedicado cantidades ingentes de dinero público en mantener un sector agropecuario que, en gran medida, es el principal sostén económico de las zonas rurales.

Sin embargo, como decíamos, el campo español se siente especialmente ninguneado por unas élites políticas y económicas que desprecian y atacan actividades tradicionales (y muy lucrativas) como son la caza o la cría del toro de lidia. En los últimos tiempos hemos visto el surgimiento de un movimiento de origen urbanita y paradójico que, al mismo tiempo que pregona una cierta vuelta a las virtudes de la supuestamente sencilla vida campestre (desde el cultivo de la huerta hasta la fabricación de quesos), desprecia las verdaderas actividades y mentalidad de las gentes que allí habitan y que poco tienen que ver con sus ensoñaciones ruralistas. Las últimas iniciativas prohibicionistas respecto a las actividades cinegéticas o taurinas, cuando no el insulto directo de algunos miembros del actual Gobierno, han ido generando una desafección hacia la política que empieza ahora a evidenciarse.

Hicieron bien los principales partidos al acudir ayer a la manifestación para escuchar las quejas del agro, pero mejor harían en tomar medidas y, sobre todo, en hacer un esfuerzo por comprender un estilo de vida que no siempre está sometido a las modas ideológicas y sociológicas de las ciudades. Más en estos tiempos que están las elecciones a la vuelta de la esquina.

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