El primer día laborable de la Presidencia de Pedro Sánchez, que tomó posesión en la mañana del pasado sábado, dejó el último dato de paro registrado de la era Rajoy al frente del Gobierno. Cuando llegó al Ejecutivo, a finales de diciembre de 2011, el primer presidente español destituido por una moción de censura se encontró con 4.422.359 ciudadanos registrados en las oficinas de empleo y, durante más de un año, el número de desocupados siguió creciendo hasta los 5.040.222, en febrero de 2013 (aunque en términos de la EPA llegó con 5.273.600 parados y tuvo un máximo de 6.202.700, en el primer trimestre de 2013, porque muchos desempleados no se inscribían en el paro en esa fase de la gran recesión). Al dejar La Moncloa, el desempleo registrado se ha cerrado en mayo de este año en 3.252.130 personas que buscan trabajo, la cifra más baja en un decenio. A Mariano Rajoy le han faltado, eso sí, casi un millón de ocupados para llegar a su objetivo de 20 millones de afiliados a la Seguridad Social. Los datos demuestran que, no sin esfuerzo de los trabajadores, el empleo ha crecido con las políticas puestas en marcha por el Gobierno del PP, con matices sobre su calidad, su estacionalidad y su precariedad, sobre todo en cuanto a prestación salarial se refiere. Por eso, el nuevo Gobierno debe pensárselo mucho antes de modificar la política económica y laboral. Es cierto que hay algún margen para reequilibrar el rol que empresarios y trabajadores tienen en la vida económica del país y en la puesta en marcha de políticas tendentes a la generación de riqueza. Es obvio que este cambio de Gobierno ha de notarse en la política económica, pero no son convenientes ni frenazos en seco ni giros bruscos. Es más necesario construir, aportar para mejorar, que destruir lo conseguido, derogando sólo porque se aprobó en la etapa anterior. La recuperación económica es incipiente, pese a que se crezca a un ritmo cercano al 3%, y las incertidumbres internacionales numerosas (guerra comercial de EEUU con sus principales competidores, un Brexit aún por implementar, la próxima retirada gradual de los estímulos que la política monetaria del Banco Central Europeo da, entre otras). Todo ello unido a la situación interna de la política española, con un presidente que tendrá aún más dificultades para lograr mayorías para sus reformas. Por ello, insistimos en que una acción prudente y que conserve lo que funciona se hace imprescindible. En términos políticos, además, el PSOE ha de tener muy en cuenta que la economía será el fiel esencial para hacer balance en lo que quede de legislatura.

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