Tras haber enjugado un multimillonario déficit acumulado por años de mala gestión, en 2009 el presidente José Luis Rodríguez Zapatero concibió una reforma añadida en Radio Televisión Española (RTVE) que cristalizaba su modelo de regeneración y de independencia editorial de la corporación pública audiovisual, que acaba de cumplir 60 años sin tener un futuro realmente definido. La actual fórmula presupuestaria, con la supresión publicitaria, trastocada por los vaivenes de la crisis económica y las pugnas entre los distintos partidos políticos, ha dejado en un estado de fragilidad financiera y de vulnerabilidad institucional a RTVE, cuyas parrillas se ven plagadas de patrocinios culturales y autopromociones.

La debilidad de la corporación se evidencia en una programación de escaso interés en el principal canal, La 1, donde contenidos como Hora punta, Corazón o El gran reto musical están bien alejados de la vocación de servicio público y difusión cultural que debería comprometer a TVE. El actual presidente de la corporación, José Antonio Sánchez, ha creado una programación sin intención crítica y sin aspiración social mientras el cajón de sastre de La 2 se halla en el olvido de la audiencia. La remontada en índice de espectadores de los telediarios no oculta la banalidad de parte de su oferta.

El Partido Popular ha aceptado que RTVE vuelva a contar con un presidente de consenso con la oposición que permita a la cadena pública retomar la senda del prestigio, del compromiso y de ser un servicio público con público sin renunciar a la calidad, la sensibilidad, la pluralidad y el interés general. Las cualidades a las que nunca debería renunciar una corporación pública y que deberían ser la obligación de una directiva con independencia real de los partidos.

Pese al mal ejemplo de RTVE y, en general, de todos los canales públicos que existen en España -que normalmente se usan como altavoces propagandísticos de los partidos en el poder, independientemente de la orientación de éstos-, es posible una radio televisión pública de calidad, como evidencia la BBC, la gran corporación británica que, pese a sus crisis, sigue siendo un ejemplo a seguir. El poder político debe comprender de una vez por todas que la RTVE debe ser un instrumento al servicio de la sociedad, una herramienta para la información, la cultura y el ocio de calidad, y no un arma propagandística que se trufa con contenidos basura que perjudican más que benefician a los telespectadores.

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