A la espera de que esta noche se sepan los resultados definitivos de las elecciones generales, una cosa parece ya clara: el ganador no lo será por mayoría absoluta y tendrá que recurrir a los pactos para poder formar Gobierno. Durante los años del llamado bipartidismo imperfecto, tanto el PP como el PSOE, cuando la aritmética parlamentaria se lo exigía, se limitaban a asegurarse el apoyo de las formaciones nacionalistas periféricas, normalmente a cambio de inversiones millonarias y cesiones de competencias del Estado. Sin embargo, España abre ahora una nueva etapa política. La desintegración del bipartidismo y la irrupción de nuevas formaciones políticas que captan poderosamente la atención del electorado (Ciudadanos, Podemos y Vox) obligará a los políticos a tener que negociar no con un talonario de cheques en la mano (como era costumbre), sino con los programas electorales como base. Todos tendrán que hacer esfuerzos y sacrificios para llegar a acuerdos y poder constituir un Gobierno fuerte (posiblemente multicolor) que encare con decisión los muchos e importantes problemas del país. Esta etapa que ahora inauguramos requerirá de una nueva cultura del pacto.

Los ciudadanos estamos hoy convocados a las urnas y cumpliremos con una de las obligaciones democráticas más importantes, la del sufragio. Sin embargo, una vez que se cierren los colegios y se conozcan los resultados, serán los políticos los que tendrán que trabajar con responsabilidad para dotar a España de un Gobierno con el reparto de escaños que hayan decidido los electores. Cualquier tentación de repetir los comicios y abrir de nuevo ciclo de alta inestabilidad, como el vivido entre diciembre de 2015 y junio de 2016, debe evitarse. Entre otras cosas porque, como se vio, sirve para muy poco. A partir de ahora, la capacidad negociadora será fundamental en el éxito de los proyectos políticos.