Las grandes palabras no aseguran los resultados

La situación en la que se encuentra España necesita rigor y trabajo, no eslóganes ni números mágicos

En medio de la bronca de Madrid y del caso Dina, que cubre de sospechas la figura de Pablo Iglesias, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha presentado esta semana el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía Española, con el que se pretende aprovechar los 140.000 millones de fondos europeos para reconvertir el modelo productivo español. Durante la presentación, que se hizo con una puesta en escena un tanto aparatosa, Pedro Sánchez pronunció todas esas palabras que hoy en día son obligadas en los actos políticos y económicos (sostenibilidad, economía verde, digital, etcétera), pero en general no quedó claro, más allá de los buenos y grandes propósitos, cómo va a conseguir el presidente reconvertir las agitadas aguas de una economía como la española, con claros desequilibrios y dependencias (desigualdades territoriales, excesivo peso del sector turístico, mercado laboral frágil, etcétera), en una balsa en la que problemas como el paro o la emisión de gases contaminantes entren en una definitiva vía de solución. A Sánchez le faltó concreción y le sobró retórica (moderna, pero retórica). Está bien que el Gobierno tenga un plan, pero no podremos evaluarlo convenientemente hasta que empiecen a materializarse las inversiones y a ejecutarse los presupuestos más allá de las buenas intenciones. Las grandes palabras no aseguran los resultados. Lo que más llamó la atención de la intervención de Pedro Sánchez fue su compromiso de generar 800.000 empleos en un horizonte de tres años. Evidentemente, cuando lo dijo, el presidente pensaba ya en las elecciones, algo que no era pertinente en un acto como el referido. Además, a nadie se le escapa la significación histórica de una cifra que ya prometió Felipe González hace décadas y que quedó en los anales de los incumplimientos electorales. No hacía falta esa frivolidad. La situación actual necesita rigor y trabajo, no eslóganes y números mágicos.

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