Efectivas cdel Infoca tuvieron que emplearse ayer a fondo en el fuego declarado en el paraje almonteño de Los Mimbrales, en el Espacio Natural de Doñana y fronterizo al Parque Nacional, lo que hizo que se activasen todas las alarmas. En la memoria de muchos estaba el devastador fuego de junio de 2017, que afectó a 8.500 hectáreas de matorral y arbolado, obligó a desalojar a centenares de personas (viviéndose momentos de especial tensión y peligro) y llegó a aislar a la población turística de Matalascañas. El fuego de Los Mimbrales no ha tenido ni mucho menos la misma dimensión, pero nos vuelve a recordar la fragilidad de Doñana y su entorno, uno de los espacios naturales más importantes de Europa.

Las amenazas de Doñana son muchas y desde este periódico nos hemos hecho eco de las mismas en numerosas ocasiones. Los pozos ilegales, los proyectos de infraestructuras faraónicas, la caza furtiva, el exceso de actividades turísticas, el calentamiento global y un largo etcétera dibujan un panorama inquietante contra el que todas las administraciones deben luchar para poder legar a las generaciones futuras uno de los lugares más maravillosos y únicos de la Península Ibérica. Doñana no es un mero capricho de ecologistas radicales, ni de señoritos ociosos, como muchas veces se ha apuntado con evidente mala fe. Ante todo, el Coto es ya una seña de identidad de nuestra comunidad autónoma, una marca de primer nivel que coloca a Andalucía en la lista de lugares del mundo donde aún es posible encontrar el paraíso. Por eso, su protección debe ser una prioridad absoluta, no sólo para la Administración central y la Junta de Andalucía, sino también para los ayuntamientos de su entorno, algo que no siempre se ha entendido bien.

La amenaza de incendio no puede más que crecer en Doñana y sus alrededores, tanto por motivos naturales (con el incremento de las temperaturas) como por motivos antrópicos (cada vez es mayor la presión humana en este lugar). Por tanto, es exigible que se extremen las medidas para evitar que se vuelvan a registrar incendios como el de 2017. Este verano volveremos a tener temperaturas muy altas y es vital que se intensifiquen la vigilancia y la concienciación de la población autóctona y turística. Nos jugamos demasiado: la supervivencia de uno de esos lugares que ya apenas quedan en una Europa cada vez más esquilmada.

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