Felipe VI celebró ayer sus primeros cinco años de reinado con un acto en el Palacio Real que tuvo una significación muy especial y en el que fueron condecorados 41 ciudadanos de toda España, de entre 19 y 107 años, que son considerados como un ejemplo para la sociedad civil. No es extraño que se eligiese esta ceremonia, pues si algo ha intentado el Rey en su primer lustro ha sido devolver a la institución monárquica su condición de ejemplar, la cual se había resentido algo en los últimos años del reinado de Juan Carlos I. El Rey no lo ha tenido fácil en este breve pero intenso periodo como Jefe del Estado. Sin embargo, ha conseguido demostrar a los españoles que, hoy por hoy, la Corona sigue siendo una institución básica en la arquitectura de la democracia española. Para ello ha tenido que tomar decisiones duras, alguna de ellas con costes familiares y personales, como la retirada a su hermana, la infanta Cristina, y a su marido, Iñaki Urdangarín, del título de duques de Palma de Mallorca. Pero al Rey no le ha temblado el pulso a la hora de coger el timón y renovar en profundidad la institución monárquica, haciéndola más transparente y permitiendo un mayor control democrático sobre la misma. Asimismo, la situación política y social a la que ha tenido que enfrentarse don Felipe ha sido sumamente complicada. En apenas cinco años, España ha vivido tres elecciones generales, ha asistido al final del bipartidismo y a la aparición de nuevos partidos políticos (alguno de ellos, como Podemos, de marcado acento republicano) y, sobre todo, ha tenido que hacer frente a la mayor crisis política de España desde el golpe de Estado del 23-F, el intento separatista catalán conocido como el procés. En la mente de todos siempre estará el discurso de Felipe VI del 3 de octubre de 2017, pocas horas después del referéndum ilegal, cuando la Corona, una vez más, dio un paso adelante para defender el orden constitucional en unos momentos en los que la sociedad española estaba sumida en el desconcierto. Por dicho discurso, el Rey también ha tenido que pagar un precio, al convertirse en el blanco preferido del independentismo catalán (que intenta boicotear por sistema su presencia en Cataluña) y de algunos de sus apoyos mediáticos y políticos en el resto de España. Sin embargo, y pese a estas dificultades, el Rey ha seguido firme en la promesa que hizo a los españoles el día de su coronación: ofrecer una "monarquía renovada para un tiempo nuevo". Cinco años después, podemos decir que la Corona está en buenas manos.

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