La difícil gestión política de la meteorología

Lo ocurrido en la AP-6 vuelve a demostrar la complejidad de la gestión política y técnica de los fenómenos extremos

Los problemas registrados este fin de semana en la AP-6, que permaneció cerrada durante casi 20 horas, con miles de coches atrapados por un intenso temporal de nieve, vuelve a poner sobre la mesa la dificultad en la gestión técnica y política de los fenómenos meteorológicos extremos. Antes que nada, hay que destacar las dificultades que, aún hoy, existen para prever con exactitud el tiempo que hará en una determinada área geográfica en una fecha concreta. Aunque la ciencia actual tiene medios y conocimientos suficientes para hacer aproximaciones muy fiables, lo cierto es que estamos hablando de fenómenos altamente inestables que pueden cambiar bruscamente en lapsus de tiempo muy cortos. Es decir, nunca se puede hacer una previsión meteorológica exacta, lo que complica sobremanera la gestión de tormentas, nevadas, etcétera.

Un ejemplo claro es lo ocurrido este fin de semana. El Gobierno, y toda la sociedad en general, sabía que las temperaturas iban a bajar considerablemente en la Península Ibérica durante estos días, pero no podía calcular la intensidad de las nevadas ni sus efectos. Tiempo suficiente habrá para ver si el Ejecutivo ha actuado con la eficacia necesaria y si es pertinente el expediente informativo abierto a Iberpistas, la concesionaria de esta vía de pago, fundamental en la conexión entre Madrid y la Meseta Norte. Lo cierto es que la reacción ante la crisis parece que fue razonable si se tiene en cuenta que miles de personas (niños y ancianos incluidos) tuvieron que pernoctar en sus vehículos en medio de una intensa nevada sin que se produjese ninguna víctima mortal. Tanto la Guardia Civil como Protección Civil y la Unidad Militar de Emergencias volvieron a estar a la altura de las circunstancias y, por lo pronto, nada hay que indique algún tipo de irresponsabilidad por parte del Gobierno o de Iberpistas. Por eso, no se entiende que la oposición, con el PSOE a la cabeza, intentase ayer sacar provecho político de esta situación, lo mismo que hizo Rajoy cuando, en 2009, pidió la dimisión de la entonces ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, por una situación similar. Los fenómenos meteorológicos extremos -que con el cambio climático serán cada vez más frecuentes- deberían quedar fuera del debate político a no ser que haya pruebas evidentes de dejadez o incompetencia por parte de las administraciones. Además, hay que tener en cuenta la responsabilidad individual de quien decide hacer un viaje cuando todas las informaciones apuntan a la posibilidad de que se produzcan este tipo de fenómenos, algo que se suele omitir. No podemos culpar siempre al Gobierno de nuestras decisiones cuando se nos revelan como equivocadas.

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