Torra: un mandato acabado y estéril

Quim Torra ya no es parlamentario y, según el Estatuto de Cataluña, tampoco puede ser el presidente de la Generalitat

La Mesa del Parlamento catalán ha retirado el acta de diputado autonómico al presidente de la Generalitat, Quim Torra. Aunque la geometría caótica de la política catalana aconseja no hacer previsiones, porque la racionalidad no es un elemento determinante en esta comunidad, cabe concluir en que este mandato, nacido de las elecciones de diciembre de 2017, ha terminado. ERC no ha seguido la directriz del partido de Carles Puigdemont, de tal modo que a la inhabilitación de Torra se suma la ruptura de los dos partidos del Gobierno autonómico. Ha sido una legislatura estéril, concebida por Puigdemont y Junts per Catalunya (JxCat) como un modo de continuar con el proceso. No ha habido gestión del Gobierno catalán, sus consejeros no se hablaban entre sí y no hay actividad legislativa; lo único que Torra ha hecho en estos meses es perseguir su inhabilitación por parte del Supremo para profundizar en la victimización y, de paso, forzar a otros a que dejen un cargo al que no le han tenido ningún respeto. Han sido Torra y los independentistas quienes han puesto en riesgo a las instituciones catalanas. Lo que ha hecho la Mesa es ejecutar el dictamen de la Junta Electoral Central ratificada por el Tribunal Supremo: la condena por desobediencia de Torra, aunque no sea firme, lleva a su inhabilitación como parlamentario. Y, según el Estatuto de Cataluña, no debe seguir siendo presidente, puesto que es condición que sea diputado. El Supremo ratificará, además, la sentencia, puesto que el propio Torra se declaró en desobediencia en el juicio que se le hizo por no retirar los lazos amarillos en periodo electoral. Será inhabilitado, por tanto, para todos los cargos públicos. La sustitución de Torra al frente de la Generalitat por otro parlamentario de JxCat no es posible, porque no se da ese entendimiento con Torra. Lo normal sería que, en estas circunstancias, se convocaran elecciones autonómicas para buscar una salida a esta crisis. Ya se ha visto que las pasadas elecciones no sirvieron para desbloquear la situación, por lo que es posible que ahora se intenten nuevas fórmulas en las que algunos independentistas y fuerzas de izquierdas intenten dar una alternativa al partido que Puigdemont dirige desde su refugio de fuga. Esos dos partidos de izquierda son los que forman el actual Gobierno español en sus franquicias catalanas: el PSC y los comunes. Aunque esa opción puede ser mejor que la actual -difícil de igualar-, nos instalaríamos en una escena de concesiones difíciles de asumir a quienes vienen de intentar la secesión de Cataluña con métodos ilegales.

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