La reciente elección de Medina Azahara como miembro del selecto club del Patrimonio Mundial de la Unesco debe ser un motivo de orgullo y alegría para todos los andaluces. La ciudad califal fundada por Abderramán III para mayor gloria de la dinastía de los Omeyas (quizás el momento más álgido de Al Ándalus) se une a una ya larga lista de monumentos y lugares de nuestra comunidad autónoma que han sido distinguidos por la Unesco, junto a los dólmenes de Antequera, los conjuntos monumentales renacentistas de Úbeda y Baeza, el arte rupestre del arco Mediterráneo, el Parque Nacional de Doñana, el triángulo formado por la Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias de Sevilla; el compuesto por la Alhambra, el Generalife y el Albaicín de Granada y, finalmente, el centro histórico de Córdoba.

Como muchos se han encargado de resaltar, la nueva condición de Medina Azahara llevará aparejada un crecimiento de las visitas turísticas y, por tanto, de los ingresos económicos, sobre todo en los primeros tiempos tras el ingreso en la lista. Todos los estudios realizados por organismos diversos coinciden en que el sello de Patrimonio Mundial de la Unesco tiene un gran atractivo dentro del complejo y competitivo mercado turístico internacional. Pero no debemos equivocarnos. La importancia de Medina Azahara va mucho más allá de su impacto en la economía y tiene que ver con las raíces históricas y culturales de Andalucía. Sin caer en anacronismos ni en buenismos e idealizaciones sonrojantes, podemos decir que este palacio Omeya a los pies de Sierra Morena es la prueba en piedra de un pasado andaluz en el que fue común el paso de diferentes civilizaciones y etnias (fenicios, griegos, romanos, godos, bereberes, árabes, judíos, castellanos, etc.) que han configurado un pueblo de una extraordinaria singularidad y variedad. Conviene recordarlo en un momento en el que el fantasma de la xenofobia sobrevuela Europa.

Lo mejor de la elección de Medina Azahara como Patrimonio Mundial ha sido la implicación de todo el pueblo de Córdoba con una candidatura que ha servido para cohesionar a la sociedad cordobesa. La reclamación y cuidado del patrimonio histórico y natural es una buena señal de salud cívica. Una ciudadanía que respeta sus monumentos y espacios naturales es una ciudadanía que tiene confianza en su futuro. Medina Azahara es mucho más que piedras y turismo.

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